viernes, 25 de febrero de 2011

¡Viva el repostaje!

Dicen que es el último grito en los salones más prestigiosos de la alta sociedad europea, que no eres nadie si no lo practicas al menos una vez por semana. Dicen también que hacerlo es elegante, distinguido y refinado, pero sobre todo eficiente, económico y respetuoso con la biodiversidad. Hablo, o hablan, faltaría más -lo pone en el título de la entrada- del reposteo, aka repostaje. Por si no lo conocéis, se trata de un protocolo de actuación bloggera desarrollado allá por la primavera de 1913 por los científicos de la Sociedad de los poétas vagos del estado de Illinois (The Vague Poets Society of State of Illinois) que consiste básicamente en recuperar entradas antiguas que por su especial interés, o por haber pasado a mejor vida sin pena ni gloria, o simplemente porque no hay ganas de escribir nada nuevo bajo el sol, merecerían realmente una segunda oportunidad, otra vida despues de la vida. Al fin y al cabo, como Lázaro, todos merecemos conocer más muerte que nuestra primera muerte, a ser posible cada una más cruel que la anterior. En mi caso, o en el caso de mi blog, como ejerzo, o como ejerce, el vicio de las vidas paralelas puedo, o puede, ensayar también la manía de las muertes cruzadas. O sea, que al igual que vengo haciendo desde hace tiempo en la otra dirección, desde hoy no sólo pienso fagocitar la entrañas de mi propio blog, sino que también lo haré con las visceras que he ido esparciendo en otros lugares.

Así que quedáis avisados: repostaje y repostaje cruzado. Es lo que toca.

¿Y el resto qué...?

miércoles, 23 de febrero de 2011

Raynin night in Georgia, de Brook Benton

¿Cómo no emocionarnos oyendo esta canción? Nosotros, precisamente nosotros, que tantos y tan torridos veranos vivimos entre los algodonales de Atlanta, chapoteando en la calima de la mañana, los pies desnudos sobre riachuelos de aguas frescas que corren paralelos a la inmensidad inabarcable de Tara. Nosotros, precisamente nosotros, que disfrutamos de cada verano - torridos, polvorientos, luminosos- entre los viejos y nobles caballeros del sur, entre las señoritas atildadas de Augusta, creyendo, queriendo creer, que los largos días de verano serían eternos esta vez, que las lluvias que presagian el otoño se olvidarían de nosotros. ¿Cómo no emocionarnos oyendo esta canción, nosotros, precisamente nosotros?


¿Y el resto qué...?

lunes, 21 de febrero de 2011

Dibujar la memoria, dibujar el deseo, por Manuel Vázquez Montalbán

Afortunadamente no todo en la historia del tebeo ha sido siempre rechazo y marginación. También han existido intelectuales y escritores de cierto renombre y prestigio que han apoyado abiertamente al medio, incluso en épocas menos propicias que la actual. Quizá el conocido ejemplo del italiano Umberco Eco, bajo cuya tutela publicó Daniele Barbieri su magnífico "Los lenguajes del cómic", sea el más paradigmático de todos. En España algunos de los nombres más recurrentes son sin duda los de Terenci Moix, autor de "Historia social del cómic", Luis Alberto de Cuenca, que siempre se ha declarado entusiasta lector de historietas, además en su linea más dura, la de los superhéroes, o el novelista, ensayista y poeta catalán Manuel Vázquez Montalban.

En el caso de Montalban, intelectual inquieto y comprometido donde los hubiera, hablamos de un autor que siempre se interesó por las posiblidades narrativas del cómic y que así lo reflejó en el prólogo de obras tan importantes para la historieta española como El artefacto perverso, de Felipe Hernández Cava y Federico del Barrio, o Rambla arriba, Ramba abajo del maestro Carlos Giménez. Es precisamente este último prólogo el que me gustaría compartir hoy con vosotros, un lúcido y certero repaso a las bondades de la obra del autor de Paracuellos.


Dibujar la memoria, dibujar el deseo, por Manuel Vázquez Montalbán

"Las gentes de mi edad hemos aprendido a leer varias veces, tantas como para comprender que siempre se está aprendiendo a leer, a poco que comprendas la inmensa pluralidad de sistemas de escritura y el código inicialmente secreto que plantean los auténticos creadores. Incluso dentro de una misma tipología de escritura puede no servir el alfabeto aprendido. Nos pasó a los que descubrimos la sintaxis de la viñeta gracias a Hipo, Monito y Fifí, Carpanta, El guerrero del antifaz, Juan Centella o Roberto Alcázar y Pedrín y muchos años después tuvimos acceso a otro cómic, bien fuera el de investigación formal, bien el cómic crítico, el que proponía una nueva manera de mirar una histora o el que utilizaba la historia para ofrecer una mirada crítica de la realidad. El nombre de Carlos Giménez ha estado para mí siempre asociado al de cómic total, en el que el autor se vale de una tecnología cimera para ofrecer un despliegue de sugerencias que afecta a todo lo humano, sea la ternura, sea la rabia ideológica. Esta facilidad aparente para expresarlo todo, sólo se consigue con un serio dominio lingüístico y una actitud no unidimensional ante el propio oficio, los demás, la Historia, la vida.
El propio Carlos Giménez nos ayudó a entender su "poética" en aquellos impagables volúmenes "Los profesionales", también editado por De la Torre, aunténtico retrato de la educación del autor sometido a evidencias profesionales, sentimentales y civiles en aquella España tan dura pero tan interesante y por hacer de los años sesenta. En aquellos volúmenes, Giménez fragmentaba la oferta de su aprendizaje a manera de secuencias separadas, correspondientes a situaciones cerradas. Para utilizar un símil literario, aquellos volúmenes eran algo así como un libro de cuentos, unificados por un tema en evolución. Ahora en Rambla arriba, Rambla abajo el autor se mete en el complejo territorio de la novela utilizando dos hilos conductores básicos: la vivencia del autor de cómic protagonista provocador del relato y Las Ramblas como cauce narrativo, por lo que tiene esta calle barcelonesa de elementos de narratividad: es una calle río, que nace en la Plaza Catalunya y muere en el mar, o si se quiere, al revés, y que cambia de significación tramo a tramo, e igulamente cambia si se sigue el recorrido ascendente o el descendente. Además, por ese cauce, en sí mismo narrativo, dotado de una biología de asfalto y fachadas, pasa un caudal variopinto de humanidad, materia riquísima para la retina del creador de la historia.
La lingüística del cómic ha llegao a tal grado de experimentación y logro que está en condiciones de expresarlo todo, incluso complejos procesos de pensamiento. El carácter realista del lenguaje de Carlos Giménez que tan espléndidas páginas nos ha ofrecido de cómic de aventuras convencional, se adapta a Ramba arriba, Rambla abajo como una piel ad hoc para expresar una historia a la vez urbana e histórica, por lo que tiene también de retrato de una sociedad en el arrranque de la auténtica transición del franquismo o lo que sea, que aún está por ver. Porque la transición empieza en un momento histórico impreciso, pero a situar en los años sesenta, en que superada la moral de supervivientes y el pánico de la guerra y la postguerra civil, una nueva conciencia social crítica se da cuenta de que toda la sociedad española vive una situación esquizofrénica entre dos verdades: la verdad oficial y la verdad que pide el cuerpo, incluyendo en el cuerpo el norte y el sur, el cerbro y el sexo. El relato de Giménez sirve para plasmar lo que de eterno tiene la narratividad de las Ramblas y a la vez el momento estricto del temple de recuperación de la razón democrática.
Y todo eso sin trascendentalizar inútilmente ni la forma ni el contenido. El dibujo sigue teniendo esa elegancia funcional y pluriexpresiva del Carlos Giménez de siempre y el acercamiento a los grandes y graves temas de fondo se hace sin la pedantería del pontificador panfletario: la ingenuidad aparente de los héroes de papel del cómic es el mejor soporte para la cantidad y calidad de verdad personal e histórica que conllevan estos dibujos. El logro es tal que el autor consigue en el lector un apasionado ejercicio de identificación y no sólo en el lector cómplice de una misma o parecida edad, sino en cualquier lector del presente o del futuro obligado a conmoverse ante la humanidad eterna de estos personajes implicados en el discurrir de una calle viva. Además, como contribución a la memoria total de una época, el relato está lleno de trazos ya hoy arqueológicos que en el futuro pueden ayudar a recomponerla: anuncios, talantes, vestuario, peinados, giros de expresión que gracias a la materia visual del cómic alcanza un grado de verosimilitud, de credibilidad dificil de conseguir, aunque no imposible, mediante el lenguaje literario.
Otros han glosado la evolución siempre ascendente del autor de Gringo, Delta 99, Dany Futuro, Paracuellos, Tequila Bang..., sólo o en colaboración con nombres ya legendarios en la historia del cómic español: Usero, Víctor Mora, Jesús Flores, Luis García... Doctores tiene esta iglesia, como todas las iglesias, y yo me limito a expresar la admiración que me han suscitado esta páginas ejemplares, admiración que ahora dejo en manos del lectro indiscriminado, a la espera de que le ofrezcan lo mismo que a mí: compañía en el constante viaje cotidiano entre la memoria y el deseo, la nostalguia y la esperanza, pr ese cauce a la vez ascendente y descentente... las ramblas, la vida... En fin."

Joder, esto si que es una reseña en condiciones. En fin, para los interesados, aquí tenéis la obra incluída dentro de lo que es la totalidad de la serie Los profesionales.



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sábado, 19 de febrero de 2011

Nóiserpxe ed datrebil

Pasa que de un tiempo a esta parte ando debatiéndome en mi fuero -¿o en mi foro?- interno con la duda de si realmente el voto en blanco lava más blanco o si mejor ni votamos, que total para como anda el patio y para que al final todo siga igual, mandando los que tienen que mandar, mejor ni nos molestamos. Pero mira tú por donde, el viernes pasado fuímos a Badajoz a escuchar a Cayo Lara, el coordinador general de Izquierda Unida, y pese a ir convencido de que nunca volvería a recuperar la fe en la clase política, resulta que sí, que la recupero. Resulta que mientras andaba yo enfrascado en dárle vueltas a mi tortilla, esa de o en blanco o la puta al río, llegan estos como surgidos de la nada, media docena de jovencitos con pinta de estar haciendo pellas en el instituto, y en menos de lo que se tarda en poner de hipócritas a todo un auditorio nos demuestran que hay alternativas, que otra forma de hacer política es posible. Y es cierto, el MSR (Movimiento Social Republicano), al igual que esa España a la que defiende con ardor, is diferent. Porque ellos no sólo muestran el coraje de reivindicar un derecho tan esencial como lo es el de la libertad de expresión, sino que además tienen la audacia y la valentía de exigirlo boca abajo y del revés. Sí señor, con dos riñones, en folio A-3 guarripelo y con dobleces -que quiero suponer viene a simbolizar la fragilidad y el desamparo en el que se halla hoy en día el derecho de todos a hacernos escuchar-, pero además, por si aun hubiera alguien capaz de leerlo, expuesto del revés. Sí, queridos lectores de Letri... digo... de La vida en viñetas, libertad de expresión y libertad para pedirla como les dé la real gana. Bueno, la republicana, más bien. O eso, o reclamaban lo contrario. Cualquiera sabe.


¿Y el resto qué...?

viernes, 18 de febrero de 2011

Woodstock, tres días de paz y música

Nacieron al calor del mayor crecimiento económico producido en siglo pasado, quizá la primera generación de jóvenes que no se vió en la obligación de pasar directamente de los juegos de la infancia a las cargas y las responsabilidades que impone la vida adulta. Ellos llegaron en el momento justo para encontrar esa grieta por donde escapar a las ataduras de la pujante sociedad industrial y consumista surgida después de la Segunda Guerra Mundial; hallaron la pausa y el tempo necesarios para enfocar sus vidas en algo más que en ganarse el sustento diario. Frente a las generaciones anteriores, ellos tuvieron el privilegio de aspirar a ser creativos en lugar de productivos; pudieron abrir sus mentes en experimentos, casi siempre sin control, de drogas, sexo y música; tuvieron la fuerza y la valentía de enfrentarse y poner en jaque el sistema de valores heredados por sus padres. Y aunque desgraciadamente en el fondo fue poco más que un movimiento cosmético, otra moda estética más que nunca pudo alcanzar el estatus de verdadera revolución cultural, el legado hippie sigue siendo reivindicado en la actualidad por multitud de colectivos y movimientos y sigue ejerciendo un influjo fascinador en gente de todo el mundo. Por ejemplo, en mí.


Aunque reconozco que por temple jamás podría llegar a ser un hippie genuino, que no duraría ni medio fin de semana viviendo en una auténtica comuna hippie, lo cierto es siempre he sentido una fuerte atracción por el revoltijo de filosofías y valores que se cobijan bajo su sayo, especialmente en su vertiente antiautoritaria y de rechazo a la cultura mercantilista y productiva. Y esto es sin duda también lo que más me atrae del trabajo de Michael Wadleigh, Woodstock, tres días de paz y música (1970), el extenso documental que recoge en más de tres horas y media todo un muestrario pormenorizado de lo que fueron aquellos tres días históricos, tres días que seguramente constituyan uno de los puntos culminantes del movimiento. Sé que para recomendároslo me vale, y aun me sobra, con señalar la nómina de actuaciones que incluye el documental (Janis Joplin, Jimi Hendrix, The Who, Joe Cocker, Joan Baez, Crosby Stills and Nash, Richie Havens, Ten Years After, John Sebastian, Sly Stone, Sha-na-na, Carlos Santana), pero sinceramente lo que a mí me cautiva de verdad son todos esos elementos no estrictamente musicales que envolvieron al festival: la afluencia de una multitud masificada que desbordó por completo las previsiones y la capacidad logística y organizativa de los promotores; las formas espontaneas de convivencia que surgieron sobre el terreno; la relación, curiosamente de apoyo y colaboración, que se estableció con las fuerzas del orden y los lugareños; y por supuesto, el intenso clima de libertad y solidaridad que se apoderó de los asistentes. Ya digo, un documental fascinante. Y encima os lo dejo con subtítulos y todo. No sé que más se puede pedir (en tres partes):






¿Y el resto qué...?

jueves, 17 de febrero de 2011

Yo también he vuelto


Al final han sido siete meses de infidelidades continuas, siete meses de tontear con unas y con otras, de acostarme con cualquiera. Pero a últimas el cariño manda y la nostalgia se impone. Cierto es que uno regresa al hogar verdadero un poco con el rabo entre las piernas, con el desencanto y la tristeza que acompaña a la aventura que se acaba antes de tiempo, al proyecto que termina antes de lo esperado y acaso también antes de lo deseado. Pero tampoco merece la pena echar la mirada atrás más tiempo del necesario; lo hecho hecho está y ahora sólo resta absorber la experiencia y sacarle provecho con vistas al futuro. Y mi futuro, y mi presente, se encuentran aquí, entre las líneas atribuladas de este espacio sin imposiciones ni censuras, sin reproches ni exigencias; de este lugar idóneo en el que dar rienda suelta sin miedos ni cortapisas a mis impulsos más primarios, por más faltos de sentido que puedan resultar a los demás o por más estupidos, perezosos o cuquis que se me puedan presentar.

Bienvenido.
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jueves, 10 de febrero de 2011

Cinco años tiene mi blog

Ya sé que cinco años no son nada, que diría cualquier tanguero, pero a mí me inunda el sentimiento de que ha pasado toda una vida, no sé si enredada entre viñetas precisamente, desde aquel otro diez de febrero en el que queriendo escribir un comentario acabé escribiendo un blog. Cinco añitos cumplidos ya, qué barbaridad. O tal vez tendría que decir que cinco añitos habría cumplido ya de no haber sucumbido en el verano pasado al desgaste que provoca el tiempo, al cansancio y el agotamiento de una fórmula, la de las reseñas comiqueras, que ya no daba más de sí.
Supongo que a ojos de cualquiera no sería incorrecto afirmar que ha sido un lustro consumido sin pena ni gloria, un blog más entre la infinita caterva de espacios anónimos que pululan por la red, pero para mí siempre fue y será mi hogar, mi rinconcito privado en el que refugiarme ante el desánimo; el lugar donde compartir entusiasmos y manías; el sitio, en definitiva, en el que soñar en voz alta, aunque tampoco demasiado alta, que no es cuestión de andar molestando a los demás. Para el recuerdo, la gente que decidió acompañarme un trecho en el camino, Hache, Eva, Boca, Red Wind o Penélope, por nombrar algunos; la ilusión de algún que otro comentario de Álvaro Pons o de Rafa Marín o la satisfacción y el orgullo, aunque pequeñito, por un puñado de reseñas, no demasiadas, un poco menos malas que las demás.

Nada, nada, que me dejo llevar por la melancolía. Simplemente agradeceros, como siempre, a quienes os habéis pasado, leído o comentado aquí, aunque fuera una sola vez, en estos cinco años. ¡¡¡Muchas gracias!!!

¿Y el resto qué...?