domingo, 19 de abril de 2009

... y 100


Toma ya, cien entradas en menos de cuatro meses. A este paso, que no creo que mantenga, llegaré a las cuatrocientas entradas en 2009. ¡¡Madre mía, qué cantidad de videos!!!



¿Y el resto qué...?

Charles Bukowski: algo más que el epígono de Henry Miller

Llegué a Nueva Orleans con lluvia a las cinco de la madrugada. Me quedé un rato sentado en la estación de autobuses, pero la gente me deprimía, así que agarré mi maleta, salí afuera y comencé a caminar en medio de la lluvia. No sabía donde habría una pensión, ni donde podía estar el barrio pobre de la ciudad.
Tenía una maleta de cartón que se estaba cayendo a pedazos. En otros tiempos había sido negra, pero la cu­bierta negra se había pelado y el cartón amarillo había quedado al descubierto. Había tratado de arreglarlo cu­briendo el cartón con betún negro. Mientras caminaba bajo la lluvia, el betún de la maleta se iba corriendo y sin darme cuenta me iba pintando rayas negras en ambas per­neras del pantalón al cambiarme la maleta de una mano a otra.
Bueno, era una nueva ciudad. Tal vez pudiera tener suerte.
Cesó de llover y salió el sol. Estaba en el barrio negro. Seguí caminando con lentitud.
—¡Hey, basurita blanca!
Dejé mi maleta en el suelo. Una negraza estaba sentada en los escalones de un porche con las piernas cru­zadas. Tenía buena pinta.
—¡Hola, basurita blanca!
No dije nada. Sólo me quedé allí mirándola.
—¿Te gustaría catar un buen culo, basurita blanca?
Se reía de mí. Tenía las piernas cruzadas bien altas y balanceaba los pies; tenía unas piernas de lo más legal, con zapatos de tacón, y las agitaba y se reía. Agarré mi maleta y empecé a acercarme hacia ella por el sende­ro de entrada. Entonces noté como la cortina de una ven­tana a mi izquierda se apartaba un poquito. Vi la cara de un negro. Tenía una pinta tan demoledora como Jersey Joe Wolcott. Volví sobre mis pasos por el sendero hasta la acera. La risa de ella me siguió por toda la calle.


Charles Bukowski (Factotum)


¿Y el resto qué...?

Más Borges aún: El libro de arena

¿Y el resto qué...?

Más minireseñas comiquera: Una oportunidad en el infierno, de Beto Hernández


Si como dije en la reseña de La edución de Hopey Glass, a Jaime, el de las historias desenfadadas, se le ha quedado chico el tópico, a Beto, el de las historias serias y complejas, le sigue viniendo como anillo al dedo. Ya sea en su Macondo particular, Palomar, ya sea alejado de él, lo cierto es que la honda preocupación social, la crudeza de los ambientes retratados, los personajes multidimensionales y el dominio magistral de la narración continuan siendo sello inconfundible de sus tebeos.

En Una oportunidad en el infierno Beto abandona en está ocasión su Palomar tradicional para acercarnos a la vida de Princesa, una chica criada entre la marginación, la miseria y la violencia despiadada de los suburbios de una gran ciudad cualquiera. Una miseria moral que dejará en ella una profunda huella espiritual de la que no podrá liberarse por completo en el resto de su vida, marcando indeleble su visión del mundo y su forma de relacionarse con los demás. Pero lo mejor de Una oportunidad en el infierno es sin duda el impecable uso de la elipsis del que se vale Beto para cargar las miradas, los gestos, las palabras y los hechos de un profundo significado humano. Si es que eso quiere decir algo.


Un muy buen tebeo que deja con ganas de más.

Puntuación: 8
¿Y el resto qué...?

Literatura y vida: más Henry Miller


"Uno de los resultados de este examen de conciencia —porque a eso equivale la redacción de este libro— es la confirmada creencia de que se debe leer menos y menos, y no más y más. Según se comprobará recorriendo con la mirada el Apéndice, no he leído ni remotamente tanto como el catedrático, la rata de biblioteca o siquiera el hombre -bien educado-, pero no cabe duda de que he leído un centenar de veces más de lo que debí haber leído para mi propio bien. Dícese que sólo uno de cada cinco norteamericanos lee libros pero hasta este pequeño número de lectores es exagerado. Escasamente habrá alguno de ellos que viva con sabiduría o plenitud.
Siempre hay libros auténticamente revolucionarios, o sea inspirados e inspiradores. Son pocos y muy escasos, por supuesto. Puede considerarse afortunado quien encuentre un puñado de ellos en toda su vida. Además, estos no son los libros que se dirigen al público general. Son los depósitos ocultos que alimentan a los hombres de menor talento que saben atraer al hombre de la calle. El vasto cú
mulo de la literatura, en todos los dominios, está compuesto por ideas prestadas. La interrogante —nunca resuelta, por desgracia— consiste en saber hasta qué punto sería eficaz restringir la enorme oferta de lectura barata. Pero hay una cosa de la cual no cabe duda en la actualidad: decididamente los analfabetos no son los menos inteligentes entre nosotros.
Sea conocimiento o sabiduría lo que se busca, conviene dirigirse directamente a la fuente de origen. Y esa fuente no es el catedrático, ni el filósofo, ni el preceptor, el santo o el maestro, sino la vida misma: la experiencia directa de la vida. Lo mismo reza para el arte. También aquí podemos prescindir de los maestros. Al decir vida, pienso en un tipo de vida que no es la que conocemos hoy. Pienso en eso de que habla D. H. Lawrence en Etruscan Places. O bien en lo que refiere Henry Adams cuando la Virgen reinaba soberana en Chartres."


Henry Miller: Los libros en mi vida
¿Y el resto qué...?

Más Borges: La biblioteca de Babel

Y viendo este otro, ¿quién, me pregunto yo, quién de que la literatura es muy superior a todos los deportes?

¿Y el resto qué...?

La magia de Magic Johnson

Viendo un video como este, ¿quién puede dudar que el baloncesto es un deporte muy superior al fútbol? Qué imagenes más maravillosas...

¿Y el resto qué...?

Minireseña no comiquera: El lagarto hipotético, de Alan Moore

Alan Moore parece empeñado en rasgas con sus ficciones, ya sean en forma de tebeos, ya sean, como en este caso, en forma de relatos literiarios, el velo de Maya y hacernos descubrir qué es lo que se oculta tras el manto de apariencias del mundo sensible; cuál es la verdadera esencia de lo real. O al menos en no dejarnos olvidar que el misterio está ahí, a nuestro alrededor y que nos observa burlón mientras se sonríe ante nuestra torpeza para penetrarlo. Porque al fin, parece decirnos Moore, la solución del misterio es su propia enunciación, porque es precisamente en su planteamiento donde toma sustancia y se convierte en real. O dicho de otra forma, la esencia de la realidad es el misterio mismo. Esta concepción metafísica de la realidad, que podrá horrorizar y seguramente horrorizará a cualquier materialista, como se mua, se revela sin embargo desde un punto de vista estrictamente literario como muy sugerente y ofrece un amplio abanico de posibilidades, como las que explora Moore en este breve relato que Planeta nos vende al precio de novela normal tirando a larga.


En el mundo fantástico de La Casa Sin Relojes, un burdel de seres extraordinarios donde lo increíble se torna corriente a base de cotidianidad, conoceremos y nos adentraremos en las vicisitudes de la tormentosa relación entablada por el travesti Rawra Chin y su amante el gigoló Foral Yatt, que tendrá como testigo de excepción a la silenciada Som-Som. Una historia de amor traicionado y sutil venganza que fascina especialmente por lo seductor de su atmósfera, de clara reminiscencia oriental, y por todo cuanto de fondo parece medio intuirse, medio adivinarse tras los acontecimientos narrados. Y es que no estamos ante una historia sencilla que ofrezca al lector sus misterios desde la primera lectura; más bien todo lo contrario, la escritura de Moore, colorista y barroca, reclama en este caso una atención más alerta de lo habitual, cuando no directamente una segunda lectura. Sin embargo el esfuerzo -tampoco excesivo a la vista de la brevedad del relato- se ve recompensado sobradamente con la magia y la hondura de su propuesta. Un cuento muy recomendable que supera con creces el sabor agridulce que en su momento me dejó la lectura de La voz del fuego

¿Y el resto qué...?

sábado, 11 de abril de 2009

Minireseña comiquera: La educación de Hopey Glass, de Jaime Hernández



Lo tópico es decir que Beto es el hermano serio, el de las historias complejas y profundas (Río veneno, pongamos por caso), mientras que Jaime es el desenfadado, el de las chicas aventureras, los mecánicos prosolares, los superhéroes imposibles y las reinas de la lucha libre. Pero lo cierto es que basta pasearse por las páginas de La educación de Hopey Glass para darse cuenta que esa clasificación ha ya mucho tiempo que se le quedó pequeña a Jaime. Las historias de La educación de Hopey Glass nos descubren a un Jaime Hernández maduro, que ha encontrado su verdadero espacio narrativo no en la fantasía y la ciencia ficción de sus primeros cómics, sino en la crónica de las desventuras de ese grupo de chicos y chicas punkies que se criaron en la California de los años 80, en una época marcada por el desencanto tras el fracaso de la revolución hippie de los 70. Pero no sólo nos encontramos ante la madurez del autor de Locas; también sus personajes parecen haber entrado de manera irreversible en esa etapa de la vida: así veremos a Hopey, la niña rebelde y con frecuencia violenta de otras historias convertirse en -¡¡quién lo diría!!- profesora auxiliar en una escuela de educación infantil; a Maggie transformada en una rellenita madura que nada tiene que ver con la Maggie de Mechanics y, finalmente, a Ray, el ex-novio de Maggie, y a su amigo Doyle errar perdidos por un mundo, el de la alocada juventud, que decididamente los ha dejado atrás por más que a ellos les cueste admitirlo. Pero sobre todo tendremos el privilegio de ver deambular ante nuestros ojos un trocito de vida; de una vida tal vez no especialmente memorable ni heroica, pero si muy sincera y emotiva.

Puntuación: 9
¿Y el resto qué...?

Borges y la muerte

¿Y el resto qué...?

Henry Miller

"Una vez que has entregado el alma, lo demás sigue con absoluta certeza, incluso en pleno caos. Desde el principio nunca hubo otra cosa que el caos: era un fluido que me envolvía, que aspiraba por las branquias. En el substrato, donde brillaba la luna, inmutable y opaca, todo era suave y fecundante; por encima, no había sino disputa y discordia. En todo veía en seguida el extremo opuesto, la contradicción, y entre lo real y lo irreal la ironía, la paradoja. Era el peor enemigo de mí mismo. No había nada que deseara hacer que no pudiese igualmente dejar de hacer. Incluso de niño, cuando no me faltaba nada, deseaba morir: quería rendirme porque luchar carecía de sentido para mí. Consideraba que la continuación de una existencia que no había pedido no iba a probar, verificar, añadir ni sustraer nada. Todos los que me rodeaban eran unos fracasados, o, si no, ridículos. Sobre todo, los que habían tenido éxito. Estos me aburrían hasta hacerme llorar. Era compasivo para con las faltas, pero no por compasión. Era una cualidad puramente negativa, una debilidad que brotaba ante el simple espectáculo de la miseria humana. Nunca ayudé a nadie con la esperanza de que sirviera de algo; ayudaba porque no podía dejar de hacerlo. Me parecía inútil cambiar el estado de cosas; estaba convencido de que nada cambiaría, sin un cambio del corazón, ¿y quién podía cambiar el corazón de los hombres? De vez en cuando un amigo se convertía; era algo que me hacía vomitar. Tenía tan poca necesidad de Dios como El de mí, y con frecuencia me decía que, si Dios existiera, iría a su encuentro tranquilamente y le escupiría en la cara."

Henry Miller, Tropico de Capricornio

¿Y el resto qué...?

domingo, 5 de abril de 2009

Para Lu con todo mi cariño

SONETO CXI DE WILLIAM SHAKESPEARE

Déjame que el enlace de dos almas fieles
No admita impedimentos. No es amor el amor
Que cambia cuando un cambio encuentra,
O que se adapta con el distanciamiento a distanciarse.
¡Oh, no!, es un faro eternamente fijo
que desafía a las tempestades sin nunca estremecerse;
es la estrella para todo barco sin rumbo,
cuya valía se desconoce, aun tomando su altura.
No es amor bufón del Tiempo, aunque los rosados labios
Y mejillas corva guadaña sigan:
El amor no varía con sus breves horas y semanas,
Sino que se afianza incluso hasta en el borde del abismo.
Si esto es erróneo y se me puede probar,
Yo nunca nada escribí, ni nadie nunca amó.


¿Y el resto qué...?

Julio Cortazar por Julio Cortazar

Imaginad que pudierais tener a vuestra disposición a esos escritores que tanto os fascinan para que de su viva voz os leyeran sus propios textos. Sería algo cuanto menos curioso. Cosa que la verdad tampoco requiere demasiada imaginación, a la vista -o al oído- del extenso material sonoro que se ha ido acumulando a lo largo del tiempo. Por ejemplo aquí tenemos al grandísimo Julio Cortazar leyéndonos para nuestra mayor comodidad algunos de sus cuentos. Todo un lujo.

Torito


Fragmento de El perseguidor


Me caigo y me levanto


Conducta en los velorios


Y para finalizar, una entrevista:
¿Y el resto qué...?

sábado, 4 de abril de 2009

Días de cine: Diez actores: James Cagney

¿Y el resto qué...?

Minireseña: En pocas palabras, de Jason



Que Jason es dueño de un mundo propio desbordante de imaginación, capaz de sorprender una y otra vez con sus situaciones surrealistas que escapan siempre de lo habitual es algo que, a estas alturas, conocemos -o deberíamos conocer- todos. Que además tiene un gran sentido dramático y sabe explorar las relaciones humanas como pocos, también. Lo que ya no recordaba y he redescubierto con En pocas palabras es que donde más brilla su genio es precisamente en la distancia corta y en la narrativa muda; en la composición puramente gráfica. A pesar de que el estilo de su dibujo es engañosamente simple, cercano a lo infantil, lo cierto es que la habilidad narrativa de Jason es esencialmente visual, con un dominio de la expresividad de los personajes y del ritmo de los relatos verdaderamente envidiable; un dibujo y un ritmo que se ajustan como un guante a esas historias de personajes solitarios que buscan el punto de apoyo sobre el que mantenerse a flote dentro de un mundo distante, cuando no hostil. Próximo al nivel de Shhht!, para mí su mejor obra hasta el momento sin desmerecer maravillas como Espera o Yo maté a Hitler, las tres piezas que componen En pocas palabras suponen tres muestras inmejorables de la maestría de Jason en esta suerte de género que podríamos denominar como cómic mudo.
Imprescindible.


Puntuación 9
¿Y el resto qué...?

Días de cine: Diez actrices (Julie Christie)

¿Y el resto qué...?

Minireseña: Niebla sobre el puente de Tolbiac, de Tardi



Que mi ignorancia comiquera es grande se ve en detalles como éste: de la obra de Tardi apenas he leído La guerra de las trincheras y ahora Niebla en el puente de Tolbiac. Basado en la novela negra de Leo Malet, Tardi compone un relato áspero de personajes desencantados y amorales, pero sobre todo radiografía un París oscuro e inhóspito de barrios sucios y malolientes donde las más bajas pasiones campan por sus respetos. Como es habitual en el género, Niebla en el puente de Tolbiac ofrece su buena ración de crímenes sin resolver, de investigadores duros que andan de vuelta de todo y de corrupción y amoralidad, envuelto todo ello en un tono político que recuerda atractivamente al mejor Montalbán. Tal vez el único pero que se le puede poner, y un pero chiquitito, es que al tratarse de la adaptación de una novela los textos resultan en general excesivos para el cómic, lastrando a veces el ritmo de la historia. Aun así, una excelente obra de género negro y una llamada de atención para mis imperdonables lagunas comiqueras.

Puntuación 8
¿Y el resto qué...?

De la "Historia del cómic": Richard Corben




¿Y el resto qué...?

Días de cine: Diez actores (Buster Keaton)

¿Y el resto qué...?

Minireseña: Top Ten: The forty-niners, de Alan Moore y Gene Ha



Evidentemente si Moore es un genio del cómic lo es por haber escritos los guiones de Watchmen, de From Hell, de Miracleman, de V de Vendetta, de... Pero me da a mi que donde realmente se ve la verdadera envergadura del guionista inglés es en cómics como The forty-niners, o en toda su línea ABC, obras que sin pretender ser otra cosa que productos comerciales de consumo alcanzan un nivel tan digno que yo me atrevería a decir que incluso sin sus obras maestras Moore seguiría siendo el mejor guionista de las últimas décadas. Resulta increíble comprobar la capacidad que tiene esté hombre para transcender todo los géneros que toca, para darles un barniz de credibilidad incluso a las propuestas más inverosímiles. En este caso Moore -y Gene Ha- regresan a su ciudad superheroica para contarnos con una coherencia impecable los orígenes de Neopolis y su esforzado cuerpo de policía allá por el 49, en los primeros años de posguerra. Una maravilla que combina superhéroes, científicos nazis, robot marginados, vampiros mafiosos y tramas policiales con tanta naturalidad que a uno le acaba pareciendo lo más normal del mundo. Vamos, lo que se puede encontrar cualquier día corriente al salir a la calle. Por cierto, magníficos los colores de Art Lyon, que sacan lo mejor de los lapices de Ha.
En resumen, otra muesca más en la cuenta de Moore, y van ya...


Puntuación: 9
¿Y el resto qué...?

Días de cine: Diez actrices (Bette Davis)

¿Y el resto qué...?

De la "Historia del cómic": Corto Maltes

¿Y el resto qué...?

Minireseña comiquera: El borrón, de Tom Neely


Con afán de contradecir el espíritu de mi blog, es decir el del blog de cómics que jamás habla de cómics, voy a empezar una serie de minireseñas brevísimas de algunos de los tebeos que he leído últimamente. Empezemos:

No voy a negar que he disfrutado con la original propuesta de Tom Neely y su llamativo uso de las posibilidades expresivas del cómic. Tampoco negaré que la historia de El borrón posee interés humano, incluso que puede dar que pensar esa extraña relación de esos extraños personajes. Sin embargo no me acaba de convencer. El relato de Neely, estilo propio aparte, me recuerda demasiado a la narrativa de Jason, pero de un Jason menor, de ritmo menos logrado que da en ocasiones la sensación de chicle estirado más de la cuenta. Y además un poco insípido. Y es que aunque por temática bien podría haberlo firmado el noruego, para alcanzar el nivel de Jason a Neely le falta ironía y le sobran páginas. Muchas páginas. Porque lo cierto es que el juego metalingüistico puede sorprender de partida, pero pierde pronto todo aliciente si no viene acompañado de un argumento más solido que lo justifique.
En fin, un cómic curioso pero algo decepcionante.

Puntuación: 7
¿Y el resto qué...?