sábado, 31 de enero de 2009

Días de cine: Diez directores (Alfred Hitchcok)

¿Y el resto qué...?

El último mosquetero, de Jason

Me pasa con algunos cómics que después de leídos sé si me gustan o no -faltaría más- pero no tengo ni idea de qué van. Como me sucede por ejemplo con El último mosquetero, la última obra del inclasificable e imprescindible Jason. Así que si alguien está interesado en aumentar su compresión sobre ella, mejor que se vaya buscando otro blog y otra reseña; aquí no va a encontrar ninguna clave que le permita profundizar en él sentido y la significación del cómic. En estos casos lo único que puedo ofrecer es una explicación más o menos razonada de por qué me gusta o no. Que es lo que pienso hacer en esta reseña: explicar por qué esta vez la obra de Jason no me agrada como las anteriores.

Si hay algo por lo que destaca Jason es sin duda por su capacidad para crear un universo y hasta un lenguaje propio que sin embargo salta las barreras del solipsismo para entrar de lleno en temas y sentimientos que son universales. Bajo esos argumentos algo surrealistas que parecen jugar caprichosamente en los límites de la realidad y la fantasía, y tras esos personajes que en otra reseña califiqué como Jasonmorficos, laten historias reconociblemente humanas que hablan de la soledad y la frustración, de las dificultades del amor o del absurdo de la existencia. No dudo que esto se cumpla también con El último mosquetero, pero si he ser sincero, yo no lo veo, o lo veo menos. El último mosquetero se vale del habitual estilo del noruego para construir una narración de aventuras más cercanas al Flash Gordon de Alex Raymond que a los Mosqueteros de Dumas, sin embargo poco más que eso contiene el cómic -o, insisto con modestia, yo no se lo veo-, y como tal, como aventura, la historia resulta estática, lenta y hasta aburrida. Así las cosas, difícilmente me iba a gusta.

Tal vez con el tiempo lo vuelva a leer y se me abra la mente y le encuentre cosas profundísimas. Pero mientras tanto, mi valoración será:

Puntuación: 6

¿Y el resto qué...?

Mi película favorita: El buscavidas (Más Carlos Boyero)

Venga, dale, que siga la fiesta. Ahora Carlos Boyero nos habla de esa joya sin concesiones que es El buscavidas. Qué delicia, qué delicia...

¿Y el resto qué...?

Debut en VII

Como sé que tras el ascenso a VII estais todos ansiosos por conocer la marcha de mi glorioso Mendralejo C.P. trataré de informaros de cuando en cuando sobre los acontecimientos más destacados por los que vaya transitando el club en esta histórica temporada. De momento hoy al fin se produjo el esperado debut en la nueva categoría y, como era de preveer, vamos a necesitar ingentes cantidades de paciencia y optimismo para no acabar deseperados y llorando por las esquinas: para empezar contundente derrota en casa 1-4 ante otro debutante, el Kalesma Soviets. Pero no nos vengamos abajo; el rival es en verdad de los llamados a pelear por el ascenso y esa no es nuestra guerra. Nada, a seguir en la brecha.

¿Y el resto qué...?

Carlos Boyero y Elvira Lindo hablan sobre Persépolis, la película


¿Y el resto qué...?

Inolvidable, de Alex Robinson

Supongo que no está bien decir estas cosas, pero qué le vamos a hacer, tampoco voy a mentir por caer simpático: con todo lo que me gustó en su día el Malas ventas, que poco me están gustado las siguientes obras de Alex Robinson. Y no es que Estafados y ahora Inolvidable me parezcan, ni mucho menos, obras huérfanas de interés; es sólo que no sé que les falta o que les sobra que ni una ni otra me terminan de enganchar como lo hiciera Malas ventas. Si en el caso de Estafados no me convencía el giro final de la historia, esa explosión de violencia que entrelazaba la vida de los diversos personajes, esta vez el desarrollo de la premisa inicial -muy prometedora a priori, hay que admitirlo- es la que consigue dejarme de alguna manera frío y de alguna otra decepcionado. La forma en que Robinson maneja la psicología -y ojo, sólo la psicología- de este cuarentón atrapado en su adolescencia pasada no me acaba de parecer en ningún momento plausible, como no me acabo de creer la sinceridad del sufrimiento y la angustia del personaje.

Convencido por su esposa, Andy Wick accede a someterse a una terapia de hipnosis en plan new age con la que si todo va bien debería dejar de fumar. Sin embargo en vez de ir todo bien, Andy se va al pasado, donde se verá obligado a revivir acontecimientos que creía ya amortizados por su memoria. O sea, como en Regreso al futuro, o como en Barrio lejano, pero sin diversión. Porque mientras McFly e Hiroshi disfrutan de su estancia en el pasado al tiempo que se devanan los sesos buscando la manera de regresar al presente; mientras aquellos aprovechan para rehacer a su gusto el pasado, Andy, tras un tímido intento inicial, opta más por no menear las cosas y hundirse mejor en la desesperación. Y eso que la habilidosa excusa con la que Robinson se las arregla para llevar a su personaje de viaje por el tiempo debería ofrecerle un colchón suficiente como para hacer y deshacer a su antojo y sin miedo. Todo lo contrario, Andy se torna pronto en observador pasivo y angustiado que contempla con horror, desde la madurez de sus cuarenta años, el vacío y la estupidez de su vida pasada. De esta manera Inolvidable no habla tanto, como es habitual en el subgénero de “segundas oportunidades”, de esas oportunidades que se fueron por el sumidero de lo que jamás fue, sino más bien de la posibilidad y tal vez de la necesidad de analizar la propia vida a la luz de una mirada más consciente, consistente y justa; una introspección que inevitablemente resultará dolorosa pero con la que el personaje podrá esquivar las trampas y los engaños de la memoria y situar los acontecimientos de su pasado en el lugar que les corresponde. Un hecho que se materializará en la conversación con el padre moribundo y que de alguna manera servirá para que Andy haga las paces consigo mismo. Lo cual, faltaría más, tendrá como consecuencia su vuelta al presente.

En fin, unas intenciones muy loables, narradas con habilidad por Robinson, y que, insisto, no me acabo de creer y me dejan frío.

Puntuación: 7

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lunes, 26 de enero de 2009

Días de cine; de mucho mucho cine: Cine coreano

No es que yo acabe de descubrir las excelencias del programa que durante tantos años presentara ese filósofo existencialista metido a comunicador que fue -y seguirá siendo en su casa- don Antonio Gasset. Es sólo que hasta ahora no me había dado cuenta de lo completito que viene el tubo en esta cuestión. Así que me temo que durante un buen tiempo voy a estar sumergido en mi "periodo Días de cine". Empecemos con un estupendo reportaje sobre el cine coreano centrado en sus dos figuras más actractiva: Kim Ki Duk y Park Chan-wook, autores de obras tan sujestivas como El arco o Old Boys. Buen provecho.

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domingo, 25 de enero de 2009

Días de cine: Diez directores (Billy Wilder)

Y para qué esperar más, que después se nos hecha el tiempo encima y no es cuestión de acabar en verano. Así que empezamos ya: Diez directores: Billy Wilder.

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Las diez mejores películas de la historia del cine según Días de cine: Vértigo (Alfred Hitchcok)

He necesitado nada menos que seis meses y diez días para concluir el decálogo de las mejores películas de la historia del cine propuesto por Días de cine. Fue un 15 de julio del año pasado cuando con El río de Renoir daba comienzo a la serie y pedía un poco de paciencia para completarla. La verdad es que se me ha ido la mano un poquito con el tiempo. Espero estar más diligente en la próxima serie, que anuncio desde ya: los diez mejores directores de la historia del cine según el mismo programa.

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sábado, 24 de enero de 2009

Mulholland Drive de David Lynch: no todas las rubias son iguales (aunque a veces sí)

Acabo de volver de mi segundo viaje lisérgico en poco menos de veinte horas y aun no tengo del todo claro qué es lo que he soñado. Creo tener fijada con cierta solvencia la trama principal, pero todavía me flotan como fogonazos deslumbrantes algunas imágenes inconexas que no acabo de encajar en la totalidad del puzle. Lo cual me lleva a plantearme la pregunta que supongo se habrá planteado inevitablemente cualquiera que haya visto la película más de una vez –lo dudo de quienes la hayan visto tan sólo una o ninguna- : ¿hay en ella algo más allá del juego de apariencias y misterios? Porque es indudable que Mulholland drive funciona perfectamente como enigma que desafía la inteligencia y la atención del espectador, pero que una vez resuelto, si bien no del todo, cosa que parece prácticamente imposible, si al menos de forma medianamente satisfactoria deja cierta sensación de vacío.
En mi caso no me avergüenza reconocer que he disfrutado muchísimo con los dos pases privados que me he concedido, abandonándome a la atmosfera casi pesadillezca de la película en el primero y entreteniéndome en recomponer las piezas hasta donde me ha sido posible en el segundo. Pero reconozco también que no es esta la forma de cine que más me atrae. Trataré de explicar porqué.

Qué duda cabe que a todos nos gusta que nos sorprendan, que nos sacudan, que nos saquen de la monotonía, incluso que de vez en cuando, o de cuando en cuando, o de vez en vez, nos den gato por liebre. Para ello el director aspirante a tahur tiene principalmente dos alternativas a su disposición: idear un argumento ingenioso y sorprendente que consiga ir siempre un paso por delante del espectador (es el caso, por ejemplo, de La huella de Mankiewicz o El golpe de Hill) o envolver la anécdota en un envase revolucionario y seductor (como el Ciudadano Kane de Welles o el Pulp Fiction de Tarantino). En otros tiempos me entusiasmaba fundamentalmente lo segundo: me encantaba el juego de una trama hecha añicos que el espectador debe rehacer. Aun hoy me sigue gustando, pero con condiciones: esta es una forma de novedad que deja de sorprender pronto y de la que uno no tarda en desengañarse si la fragmentación del relato no viene justificada por el propio argumento, si no persigue realzar y potenciar determinados matices de la historia, si en vez de servir de caja de resonancia para el contenido amenaza con ahorgarlo, es decir, si lo único que oculta tras los artificios pirotécnicos es su propia trivialidad. Hoy por hoy la forma sin contenido, por más majestuosa que sea, ya no me llega. Y esto es lo que me pasa en gran medida con Mulholland drive: no veo claro que Lynch haya buscado la mejor forma de contar su historia; más bien todo lo contrario, se las ha ingeniado para des-contarla. En vez de mostrárnosla, nos la ha ocultado; en vez de servírnosla con su mejor cubertería, nos la ha escamoteado , nos ha arrojado una migajas y nos ha dicho, no seais ansiosos; esto es todo cuanto tendréis para llevaros a la boca. Y encima espera que le demos propina. Muy amable.

Para que veais que no hablo por hablar voy a tratar de demostrar que esto es así: voy a explicar qué he entendido yo tras verla dos veces. Lo que provocará –estoy convencido- que más de uno, o de una, se horrorice ante una interpretación tan retorcida y equivocada de la película. Vamos allá:



Diane y Camille son dos actrices que comparten algo más que oficio. O dicho en lenguaje poético, son amantes. Pero Camille se enamora –o no- del director de su última película y está dispuesta a dejar en la estacada a Diane. Cosa que Diane no se toma mal del todo: apenas contrata a un matón para que liquide a Camille. Pero una vez ejecutada su venganza Diane, que en el fondo es buena gente, no puede asumir las consecuencias de sus actos y en un delirio autoinducido –o tal vez el café lleve algo más que cafeína- reelabora en su mente los hechos intentando desesperadamente borrar todo lo sucedido. Así en la nueva versión Camille se salva de la muerte gracias a un oportuno accidente de tráfico. Eso sí, al precio de perder la memoria. Además Diane ya no se llama Diane, sino que en un ingenioso intercambio de personalidades con la camarera del Winkies ahora se llama Bettie y es una inocente y pueblerina atriz canadiense recién llegada a Hollywood en busca de su oportunidad. La nueva Bettie se alojará en la casa de su tía Ruth, que en la verdad verdadera está muerta, pero en la fantasía de Diane ha viajado a Canadá para rodar un film. El caso es que aprovechando la pérdida de memoria de Camille, ahora llamada Rita (en la alucinación Camille es otra actriz con muy buenos padrinos), las dos ex-amantes se dedicarán a emular a Phillip Marlowe o a Sam Spade y de paso a revivir momentos de dicha compartida, mientras la mente de Diane va mezclando todo un batiburrillo de referencias de la realidad, como por ejemplo la trama del director Adam Kesher. Que es, además, la parte más floja de la película; el señuelo que usa Lynch para confundir al espectador en el fondo aporta poquito a la historia central del film, es decir la relación entre Camille y Diane y la forma en que esta última reelabora a su gusto todo lo sucedido.

…Y después está la caja azul. Pero eso lo contaré otro día. Son ya demasiadas emociones para una sola jornada.

Madre mía, lo que me ha costado escribir esta birria de reseña. Eso sí, he conseguido concluírla sin una sola mención a las escenas lésbicas. Menos mal que a partir de ahora, cual vulgar Diane, comenzaré mi proceso de reescritura…

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jueves, 22 de enero de 2009

Made in Japan


Hoy toca un breve documental emitido en su día por Canal + (no sé si es además de producción propia; me barrunto yo que sí) en el que se trata con desenfado todo lo referente al auge a nivel mundial del Ánime y, por extensión, de su contrapartida de papel, el manga. Para completar añadiré un pequeño fragmento de lo que escribí en otro momento sobre el tema.

"Mucho se está hablando últimamente del cada vez más apabullante dominio del manga en el panorama del tebeo. Mucho se está especulando sobre sus razones, consecuencias y posibles vías de solución, como si el hecho en sí planteara problema alguno. En mi opinión –nada autorizada- no estamos más que asistiendo al inevitable , natural y deseable liderazgo de la que es, sin duda, la industria del cómic más desarrollada del mundo y por tanto, la que está llamada por derecho propio a ejercerlo. Y es que por más vueltas que le queramos dar al tema, lo cierto es que hoy por hoy no existe otra industria que se le pueda comparar en ningún aspecto: ni en grado de aceptación dentro de su propio país, ni en dimensiones de producción, ni en diversidad de géneros y propuestas o en la calidad media de sus productos. En este sentido el tebeo japonés es el único que posee la estructura y organización necesarias para garantizar la creación regular y sistemática de obras de calidad sin tener que depender de la aparición de talentos individuales, esporádicos y aislados. Es decir, la japonesa es la única industria del tebeo en el mundo que ha alcanzado la plena madurez, lo que le ha permitido adquirir la tan necesaria carta de naturalidad que la sitúa a la altura de otras industrias más reputadas, como pueda ser, por ejemplo, la del libro convencional. Así que creo que lo más deseable sería, precisamente, tomarla como punto de referencia y tratar de seguir y aprovechar su ejemplo hasta donde las diferencias lo permitan."


¿Y el resto qué...?

miércoles, 21 de enero de 2009

Following, de Christopher Nolan

Lo primero que sorprende en la opera prima de Nolan es su distancia estética con respecto a sus posteriores films: el ritmo y la fotografía de Following recuerdan más al Eric Rommer de El amor después del mediodia o a cualquier integrante de la Nouvelle Vague que a las ruidosas producciones hollywoodienses al estilo de Memento, El truco final o la saga de Batman. Y es que al contrario de lo que suele suceder en este tipo de cine, Nolan da aquí primacía a la composición de los caracteres antes que al desarrollo de la trama, deteniendose morosamente durante toda la primera parte del metraje en las vicisitudes y opiniones de los personajes. Una primera parte cuyo guión parece por momentos firmado por el mismísimo Paul Auster. Sin embargo, a pesar de estas llamativas diferencias, no es difícil darse cuenta que ya en este Nolan primerizo van asomando algunas de las constantes que lo han definido a lo largo de su carrera, fundamentalmente su inconformismo con las formas narrativas convencionales y su afán por pillar en fuera de juego a los espectadores.

Bill es un aspirante a escritor –madre mía, qué cantidad de aspirantes a escritores hay en el cine- en horas bajas que buscando inspiración se dedica a seguir por las calles a completos desconocidos. Vamos, lo que haría cualquiera en esa situación. Pero cuando Jeremy Theobald se percate de ello Bill no va ha encontrar un argumento para sus novelas; lo encontrará para su propia vida. Porque en Following, como en Memento, o en El truco final, nada es lo que parece y lo que comienza siendo un juego inocente derivará pronto en un perverso -y para qué negarlo, bastante improbable- complot que no le augura nada bueno a Bill.

Curiosamente según la película se va adentrando en el meollo de la historia, según va perdiendo el tono intimista del principio para abandonarse a la intriga de genero negro su ritmo parece resentirse y extraviar en cierta medida su cuidado pulso narrativo. Pero tampoco en exceso; lo cierto es que el corto metraje de la cinta, apenas 70 minutos, no se lo permite. Con todo, lo mejor está en la sorprendente habilidad con la que Nolan es capaz de alterar la linealidad del relato, saltando en el tiempo a su antojo sin necesidad de una justificación y sin que por ello se resienta la claridad de lo expuesto o el resultado parezca arbitrario y artificioso. Una habilidad que sin duda compensa sobradamente cualquier defecto de su trama y que la convierte, en mi humilde opinión, en una de las películas más interesantes del director británico. Lo que no es decir poco.

¿Y el resto qué...?

Will Eisner en televisión



Os dejo una muy interesante y meritoria entrevista a nuestro apreciadísimo -ahora aun más apreciado gracias a Miller- Will Eisner. El interés reside por supuesto en las palabras del dibujante y el mérito, desgraciadamente, en la habilidad para leer los subtitulos. O en enterder inglés. O en interpretar las expresiones faciales y la comunicación no verbal con la suficiente soltura como para saber lo que dice. Eso es ya problema vuestro.
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martes, 20 de enero de 2009

El decálogo del perfecto cuentista, según Horacio Quiroga

I
Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.

II
Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.

III
Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.

IV
Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.

V
No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

VI
Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.

VII
No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.

VIII
Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.

IX
No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.

X
No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.


Algún día, algún día...




¿Y el resto qué...?

domingo, 18 de enero de 2009

The Spirit, versión 1984: la buena

Esto si que es cine, esto si que es fidelidad al original, esto si que es calidad de imagen...

Bueno, qué pasa, sigo prefiriéndola a la de Frank Miller.

¿Y el resto qué...?

Hijos del dragón, de Lucía González Lavado


¿Y el resto qué...?

jueves, 15 de enero de 2009

Pensamientos ocasionales


"...ahora bien, la película es tan mala que con el tiempo sólo puede acabar mejorando"



-Yo mismo, con unas cuantas copas de más, sobre el Spirit de Frank Miller -
¿Y el resto qué...?

Horizontes perdidos, de Frank Capra: ¡¡Ay, si Shangri-La no existiera!!


No he leído la novela de James Hilton, por lo que no tengo ni la más remota idea de si la película es fiel o no al original, pero una cosa tengo clara: (lo qué me gustan los dos puntos; casi tanto como el punto y coma y los guiones sustituyendo a los paréntesis) nunca estuvo tan cerca Capra de la genialidad. Porque joder, la de lecturas que hubiera podido sujerir la peli si Shangri-La hubiera sido la fantasía imposible de unos viejos decrépitos. Y más siendo precisamente Capra quien la dirige. Pero no, Capra es mucho Capra y por supuesto Shangri-La tenía que ser real. Peor para él. Peor para nosotros. Peor para el cine. Mierda de vida...
¿Y el resto qué...?

Un globo, dos globos, tres globos...

1979: Un globo, dos globos, tres globos



2009: Un globo, dos globos, tres globos



Pues eso, como en el chiste de Caperucita, joder cómo ha cambiado el cuento... ¿Y el resto qué...?

lunes, 12 de enero de 2009

“PROBABLEMENTE DIOS NO EXISTE. DEJA DE PREOCUPARTE Y DISFRUTA LA VIDA”,


Queremos sensibilizar a ciudadanos ateos, no creyentes y librepensadores en general sobre la necesidad de hacerse visibles, de sentirse orgullosos de sus convicciones y de reivindicar para ellos los mismos derechos y libertades que se reconocen a otros ciudadanos por el mero hecho de poseer o manifestar unas creencias religiosas. Queremos hacer pensar a la gente, que haya polémica en el buen sentido de la palabra


Id benditos de dios, hermanos.

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domingo, 11 de enero de 2009

DK2, de Frank Miller: mi (re) lectura

"Si Dark Night era la deconstrucción de un héroe, como muchos han dicho que era aunque yo no esté de acuerdo, entonces esta historia es lo más parecido a una reconstrucción"

Frank Miller (En primera persona: Frank Miller, de David Hernando)


Al hilo del jugoso debate que se ha generado en Con c de arte he aprovechado para releerme la polémica continuación del clásico Dark Night Return. Y lo he hecho, lo confieso, con la intención de despotricar de él con el suficiente conocimiento de causa: soy de los que en su día acabaron horrorizados de los dibujos, los colores y la historia del DK2. Ah, pero como nunca lo dejé escrito en ningún sitio eso no lo sabréis jamás y ahora, si me da la gana, puedo cambiarme alegremente de bando. Que es precisamente lo que pretendo hacer, porque el caso es que a pesar de mis intenciones iniciales mi comentario en esta ocasión no puede ser –y por lo tanto no lo será- de ninguna manera negativo.

El DK2, como cualquier obra que se precie, brilla si se la entiende dentro de su adecuado contexto, si se la lee atendiendo a las metas y límites que la propia obra se marca en su concepción. Es decir, en nuestro caso, si no se la compara con el Dark Night. Efectivamente, el Dark Night es más complejo en su discurso, posee un mayor número de niveles de lectura y tiene un acabado gráfico mucho más limpio. Pero salvo esto último, cosa que sigue sin convencerme –no entiendo en qué beneficia a la historia los dibujos paródicos, rozando lo grotesco y la completa desnudez de fondos de la mayoría de las viñetas- lo cierto es que ni falta que le hace al DK2 nada de todo eso. No seamos simples y caigamos en nuestro afán por dignificar el medio en el complejo de la cebolla creyendo que la maestría de una obra está siempre en el número de capas que ofrece: cada historia tiene sus propias necesidades y lo que esta pide es sin duda un estilo narrativo directo, despojado y brutal como un derechazo en la mandíbula. Y eso es justamente lo que ofrece de forma admirable Miller en el Dk2. Que nadie se deje confundir por el contexto político de la historia: DK2 no es un análisis de nuestra realidad; tan sólo propone un escenario ideal para el desarrollo de la épica superheroica que tanto gusta al de Maryland. Y que nadie se deje confundir porque a un fondo negro se le haya añadido un par de rectángulos blancos y se le haya espolvoreado unas cuantas viñetas en sentido circular –cosa que para mí dicta mucho de ser ninguna genialidad; si acaso la genialidad está en la explicación propuesta-; DK2 posee una narración hábil, fruto sin duda de la pericia de un autor que domina su oficio, pero no es para nada una obra revolucionaria que aspire a crear nuevas formas narrativas. En el fondo la narrativa de Miller aquí no pasa de ser una curiosa amalgama de las formas del Dark Night Return y las de Sin City.



No, DK2 no es ni una obra de análisis ni una rompedora experiencia narrativa: DK2 es simple y llanamente, y aquí está la clave para entenderla, una historia de superhéroes desbocados. Miller juega a hacer realidad las "fantasías de poder adolescente" y para ello elimina todas las trabas que impiden en los comic book normales mostrar los poderes de los superhéroes en toda su grandeza; los libera de ataduras y los deja exhibirse como pocas veces antes los habíamos visto. Tanto que hasta el mojigato de Superman acaba cogiéndole gusto al uso gratuito de la violencia. Lo cual no va, ni muchísimo menos, en detrimento de la calidad de la obra: esa es la propuesta del DK2 –superhéroes ejerciendo y reclamando orgullosos su condición de superhéroes- y Miller la ejecuta a la perfección. Y no hay más –que tampoco es poco- que buscar; todos los demás elementos son apenas herramientas y utillaje para la construcción de la épica. O al menos así lo veo yo.

Puntuación: 8

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sábado, 10 de enero de 2009

¡¡¡¡¡Mendralejo, Mendralejo, Mendralejo!!!!!!

¡¡¡¡¡¡¡CAMPEOOOOOONES, CAMPEOOOOOONES, OEOEOEEEEEEEEEEE!!!!!!!

Ya sé que a nadie más que a mi le interesa esto, pero … que os den:

¡¡¡¡¡HE CONSEGUIDO EL ASCENSO A VII!!!!

Mi glorioso Mendralejo C.P. ,tras golear sin misericordia por un contundente 6-1 a su máximo rival, el Pinoteam, ha logrado brillantemente en esta jornada histórica su cuarto ascenso... ¡¡¡ en seis temporadas!!!

Los números de la campaña no dejan lugar a dudas sobre los méritos contraidos por el club para alcanzar la VII división:

*36 puntos sobre 42 posibles
*Ninguna derrota en 14 partidos
*11 victorias y apenas 3 empates
*64 goles a favor por tan solo 19 en contra

Números que rubrican una temporada de ensueño y que se suman a la trayectoria impecable del equipo desde su fundación el 15 de marzo de 2007.

En estas seis temporadas Mendralejo C.P. ha acumulado la impresionante marca de 199 puntos sobre 252 posibles, con 64 victorias, 7 empates y 13 derrotas; 374 goles a favor y 105 en contra.

Ahora toca festejar hasta altas horas de la madrugada y mañana, o pasado mañana, cuando amaine la resaca, empezar a planificar una próxima temporada que se prevee casi tan dura como ilusionante. VII, haya vamos… (la que me van a dar).












(Pinchar imagen para ver íntegra)

¿Y el resto qué...?

jueves, 8 de enero de 2009

Pensamientos ocasionales


"Socorre a las víctimas, pero desconfía de ellas: no siempre claman por el derecho a recibir justicia; con frecuencia lo hacen por el derecho a convertirse en verdugos"
¿Y el resto qué...?

miércoles, 7 de enero de 2009

En la hora amable

Arrellanado entre dossiers, al consuelo de la hora amable, el vigilante jurado encesta con puntería certera el papel multicolor de su yogur de frambuesa, mientras su mente, fatigada en los rigores de la jornada, se deja embelesar por los vaivenes distraidos de su ocioso vagar :

"En el fondo -piensa convencido el vigilante jurado- nada he de cambiar: de ninguna otra manera puedo ser; más incluso: de ninguna otra manera quisiera ser. Y siendo esto verdad, por nada, y aun menos por nadie, debo cambiar. Mas, ¿me condenará mi empecinamiento a la soledad? Y si así fuera ¿tendré derecho a exenciones fiscales?"


En esto piensa absorto y grave el vigilante jurado mientras da cuenta, en la hora amable, de su yogur de frambuesa.



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Sólo puede quedar uno: Gustavo Bueno VS Antonio Machado

Vaya, como raja el personal...

"Aquí, la izquierda se ha pasado los años cantando al oligofrénico de Antonio Machado, 'se hace camino al andar' y ha dejado olvidada la cultura política."

¿Y el resto qué...?