sábado, 31 de mayo de 2008

El escritor (5ª entrega)

Creo que fue Santa Teresa -¿o tal vez Truman Capote?- quién escribió que más lágrimas se derraman por culpa de las plegarias atendidas que por las no atendidas. Da igual, corresponda a quien corresponda la paternidad de la frase lo que no se podrá negar es que tras los arrebatos histéricos de la mística abulense -o tras la insoportable frivolidad del hombrecillo de Nueva Orleáns- subyace de fondo un profundo conocimiento de las cosas y las causas de la vida de los hombres. Por mi parte les puedo garantizar que nunca me he molestado en perder el tiempo elevando súplicas al cielo. Claro que yo también he soñado con el éxito y la fama, con el reconocimiento y la admiración de los demás; con ese día en el que todos los hombres desearan mi autógrafo y todas las mujeres acostarse conmigo. Como cualquiera con sangre en las venas, faltaría más. Sin embargo siempre he sabido mantener mis expectativas pegaditas a ras de suelo, alejadas lo más posible de esos delirios de grandeza tan frecuentes entre los escritores más jóvenes, convencidos ellos, vete tú a saber por qué, de haber sido llamados a renovar la literatura de su tiempo desde los mismos cimientos. Nada más alejado de mis pretensiones; mi única aspiración en la vida, para la cuál reconozco que siempre me creí, aunque fuera de forma equivocada, sobradamente cualificado, fue la de alcanzar a publicar. Sin más. Me valía con dar a conocer mi mundo interior, poder compartirlo con un puñado de lectores fieles y a lo más conocer la cálida gratitud de quienes pudieran sentirse identificados conmigo. Pero la publicación de Haciendo Surf entre los escombros sobrepasó cualquier expectativa imaginable. Incluso las mías, sabedor como era de que las condiciones tan extraordinarias de su génesis me obligaban a esperar una recepción no menos fabulosa. La novela se convirtió de inmediato en el éxito editorial del año y en pocos meses se vendieron más de un millón de ejemplares superando el centenar de ediciones. Además al éxito de público aunó el entusiasmo de la crítica, que la saludó como “el acontecimiento literario más importante de la última década en este país”. Incluso para finales de año ya se estaba traduciendo a todos los idiomas cultos del planeta por lo que pronto se convirtió también en un fenómeno internacional. Les aseguro que fue una auténtica locura; sin solución de continuidad se sucedieron uno tras otro los artículos periodísticos, las entrevistas, los especiales de televisión. Y esto sin mencionar la lluvia de premios: el de la Crítica, el Nacional de Literatura, el Europeo de Creación Literaria y en el paroxismo del desquiciamiento, hasta el premio Loeb al que ni siquiera fue presentada.

¿Y el resto qué...?

sábado, 24 de mayo de 2008

El escritor (4ª entrega)

Como ya he dejado escrito más arriba, en aquella época contaba yo en mi haber con nada menos que siete novelas acabadas y casi medio centenar de cartas de rechazo; de haber querido habría podido empapelar de arriba abajo todas las habitaciones de mi apartamento –que dicho sea de paso, apenas eran tres- sólo con mala literatura. Supongo que ya se imaginarán que mi estima y mi orgullo de escritor no andaban en aquel tiempo precisamente en su momento más brillante. De hecho para ser exacto debería decir que el medio centenar de cartas de rechazo se repartía apenas entre las cuatro primeras novelas; a partir de la quinta ya ni siquiera me molesté en intentar publicarlas y una vez las daba por finalizada procedía a archivarlas directamente en cajas de zapatos, disuadido a no ofrecerles de nuevo la oportunidad de humillarme. Sin embargo me daba cuenta de que esta vez la situación era completamente distinta; a pesar de que mi experiencia previa no debería invitarme al optimismo, lo cierto es que no me cabía ni la más mínima duda de que en esta ocasión encontraría editor para Haciendo surf sin ninguna dificultad. Hice cinco copias del manuscrito, dejé una en el registro de la propiedad intelectual y mandé las otras cuatro a tres editoriales nacionales y a una regional. Recuerdo que era sábado, bebí durante toda la noche y el domingo apenas me moví de la cama: el lunes, a primera hora de la mañana, sin que el hecho me cogiera por sorpresa, se presentó en mi apartamento el editor jefe de Ediciones Transcontinental en persona; me puso sobre la mesa un cheque con tantos ceros que no necesité esperar la respuesta de las demás editoriales para decidirme.

¿Y el resto qué...?

lunes, 19 de mayo de 2008

Mi infancia son recuerdos... (Antonio Machado por Antonio Machado)

Tal vez sea sólo porque llevo una semana disfrutando como un enano de la belleza, la agudeza, la sabiduría y la gracia sin igual de su prosa clara. No lo sé, pero aunque fuera así no me importa: si me exigieran ahora mismo escoger un libro para que me acompañase durante el resto de mi vida, uno sólo de entre todos los que he leído o me gustaría leer, ese sería sin duda su Juan de Mairena.
No me voy a fatigar en esbozar una semblanza que de todas formas no le haría justicia; el mejor homenaje que se me ocurre es leerlo tantas veces como pueda y recomendárolos otras tanta. O dejaros este video con el retrato que de sí mismo hizo él. Además servido en la voz de Calixto Sánchez y con su buen acompañamiento musical.



Retrato

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara , ni un Bradomín he sido
-ya conocéis mi torpe aliño indumentario-,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la masión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipage,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
¿Y el resto qué...?

viernes, 16 de mayo de 2008

Premios, awards, prix, premi, prêmios, auszeichnungen,βραβεία, الجوائز, 賞, utmerkelser, награди...

La gran ventaja de que nadie te lea, aparte de que puedes rajar de todo y de todos sin que nadie se cosque, es que consigue uno evitar ese auténtico virus, con propensión a la pandemia, en el que se ha convertido la santa manía de otorgar premios y proponer memes o desafíos. Yo hasta ahora apenas tenía uno, lo cual, visto lo visto, resulta casi heroico y habla bien a las claras del enorme interés que despierta en la comunidad internetera mi blog. El caso es que ya se me acabó el cuento y de golpe y porrazo me acaban de endilgar nada menos que dos premios acompañados de sus correspondientes desafíos. Y aunque no me entusiasmen demasiado –qué falso soy; en otro sitio he amenazado, chantajeado y sobornado para que me los otorgaran- lo cierto es que aprecio mucho a quien me lo ha concedido y no voy a hacerle el feo de no presentarme a la ceremonia de entrega. Pues nada, muchas gracias eva y donde las dan, pon tus barbas a remojar, que arrierito somos…

En fin voy con lo de las normas, las obligaciones y los impuestos:

Premio "ÁRBOL DE LA FELICIDAD" concedido por lo verde que ando, lo rígido que soy, lo poco que me muevo y lo muy feliz que de todas formas sigo siendo.



Normas (en versión simplificada por eva):

1. Nombrar el blog que me ha concedido el premio: Son sólo palabras de eva
2. Compartir 6 cosas que me gustan y 6 que me da mucha rabia hacer.
3. Elegir otros blogs que merecen este premio y que hagan con él lo que les venga en gana.
4. El

6 Cosas que me gustan:
1. Empezar a escribir cualquier tontería
2. Terminar de escribirla
3. Oler la tinta de libros y tebeos recién comprados
4. Comer pan con pan, comida de tontos, entre horas (Será comida de tontos pero anda que está malo)
5. Hacer una gracia en el momento más inoportuno y que la gente se ría aunque no quiera (o especialmente porque no quiera)
6. Ponerme serio cuando todo el mundo espera que esté alegre

Ahora 6 cosillas que me da mucha rabia hacer:
1. Escribir todo lo que va entre el inicio y el final de cualquier tontería
2. Conducir por ciudad (y, casi casi al mismo nivel, por carretera)
3. Conocer a alguien infinitamente más inteligente que yo
4. Obedecer órdenes
5. Decir te quiero sin que me lo hayan dicho antes a mí (el amor es un juego en el que pierde quien dice primero te quiero)
6. Hablar de moda, del gran hermano o del último best seller que hay que leer

Ahora el segundo premio:

Con éste, como no entiendo ni papas de inglés, soy incapaz de imaginarme el porqué de que me lo hayan concedido... es cierto, la niña es muy salaína y recuerda a mi sobrina Cristina, pero aparte de eso...

Otros blogs que merezcan los premios:

Hacheland: Precisamente, Hache, porque sé que no los quieres.

Y ninguno más, que la convocatoria venía un poco floja en esta edición.

Y hasta aquí estoy dispuesto a dejarme conocer. El otro desafío lo aplazo para cuando cumpla los cuarenta y tenga algo más definida mi personalidad.

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jueves, 15 de mayo de 2008

El escritor (3ª entrega)

No les quiero abrumar con los detalles del incidente –tampoco recuerdo gran cosa-: simplemente alegaré en mi defensa que una vez más se bloqueó la dirección de mi SEAT 133 y que cuando quise darme cuenta el muro de hormigón armado ya se me había echado fatalmente encima. Después vino la oscuridad y el silencio. Y más tarde, cuando recuperé la consciencia, las caras sorprendidas de los médicos de cuidados intensivos. Por lo visto pasé año y medio sumergido en un coma profundo del que no debería haberme podido recuperar. Pero me recuperé, y no sólo volví a la vida, sino que lo hice sin ninguna secuela aparente. Y digo aparente porque aunque las radiografías, resonancias magnéticas, escáneres cerebrales y hasta ecografías a las que me vi sometido los días posteriores a mi milagrosa resurrección no pudieron poner de relieve nada extraño –si no lo era de por sí el hecho de que no pudieran hacerlo- lo cierto es que no tardé en darme cuenta de que algo en mi interior había cambiado, de que algún tipo de barrera o de traba se había roto desatando un torrente de creatividad inusitado del que yo me sentía completamente ajeno, como si las ideas que ahora se me empezaban a agolpar en la mente provinieran de otra conciencia de la que yo era un simple receptor.

¿Qué? ¿Les parece demasiado increíble? ¿No les convence el relato? ¿Piensan que es una bazofia? Pues atrévanse a tirar el libro a la basura y a proclamar a los cuatro vientos que el gran Jorge Duarte, el novelista de fama mundial de cuyo prestigio y renombre se dice que seguirán venerando por muchos siglos las generaciones futuras es, en el fondo, un pésimo escritor. Ya sabía yo que no lo harían; ya me imaginaba que este relato les iba a resultar también fascinante y que no se atreverían a abandonarlo hasta leerlo de cabo a rabo. Lo de siempre. Al menos, si no tienen las agallas suficientes para hacer lo que deben hacer, hagan el favor de callarse y no vuelvan a interrumpir.

Continúo entonces. Recibí el alta médica una semana después; fui a la licorería de la esquina , compré una botella de güisqui y me encerré a cal y canto entre las cuatro paredes desconchadas y mugrientas que por entonces constituían mi hogar. Me sentía dominado por una urgencia inaplazable, por una especie de pulsión creadora que doblegaba a su antojo mi voluntad y que casi no me permitía conciliar el sueño ni probar bocado. Contado así tal vez les pueda parecer aterrador, pero créanme si le digo que fue la experiencia más maravillosa que hasta entonces hubiera conocido en mi vida; me sentía invencible, imbuido de una fortaleza y una seguridad de la que nunca antes había disfrutado: las palabras, las frases, los temas, los personajes, los diálogos, la estructura, todo, absolutamente todo fluía de mis dedos al papel con tal naturalidad que más que escribir parecía que estuviera leyendo una obra ya publicada. Tardé apenas dos días en terminar las quinientas páginas de
Haciendo Surf entre los escombros, sin que en ese tiempo llegara a abrir la botella de güisqui. Luego me la bebí entera de un solo trago y a continuación me pasé veinticuatro horas durmiendo extenuado. Cuando al fin desperté estaba tan satisfecho del resultado final que ni siquiera me molesté en corregir una sola palabra del manuscrito y exactamente como lo había dejado salí con él a cuestas en busca de un editor. Era tal mi entusiasmo que no me di cuenta de que no me acompañaba ningún síntoma de resaca.

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miércoles, 14 de mayo de 2008

Los superhéroes a examen en Días de cine

Es que estos chicos de Días de cine se atreven con todo. Aunque después se les note -como suele pasar siempre en los medios generalistas cuando de por medio anda el noveno arte- que no tienen ni idea de lo que están hablando. Sin embargo el esfuerzo por crear una explicación coherente resulta cuanto menos curioso. Si os apetece podeis leer aquí un análisis de lo bien que les ha quedado.



Gracias Boca por la información.
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domingo, 11 de mayo de 2008

Espronceda según Machado

" En los románticos españoles –habla Mairena a sus alumnos-, yo elegiría a Espronceda. No porque piense yo que sea Espronceda el más puro de nuestros románticos, sino porque, a mi juicio, fue aquel señorito de Almendralejo quien logró acercar más el romanticismo a la entraña española, hasta pulsar con dedos romáticos, más o menos exangües, nuestra vena cínica, no la estoica, y hasta conmover el fondo demoníaco de este gran pueblo –el español-, donde, como sabemos los folcloristas, tanto y tan bien se blasfema.
Es Espronceda –como nos muestra su obra escrita y las anécdotas de su vida que conocemos- un cínico en toda la extensión de la palabra, un socrático imperfecto, en quien el culto a la virtud y a la verdad del hombre se complica con el deseo irreprimible de ciscarse en lo más barrido, como vulgarmente se dice. El cínico, en clima cristiano, llega siempre a la blasfemia, de la cual se abstiene, por principio y por humor, su compradre el estoico.
Es Espronceda el más fuerte poeta español de inspiración cínica, por quien la poesía española es –todavía- creadora. Leed, yo os lo aconsejo, El estudiante de Salamanca, su obra maestra. Yo lo leí siendo niño –a la edad en que debe leerse casi todo-, y no he necesitado releerlo para evocarlo cuando me place, por la sola virtud de algunos de sus versos; por ejemplo:

Yo me he echado el alma atrás, etc.

Grande, muy grande poeta es Espronceda, y su Don Félix de Montemar, la sínteis, o, mejor, la almendra españolísima de todos los Don Juanes. Después del poema de Espronceda hay una bella página donjuanesca en Baudelaire, que Espronceda hubiera podido adoptar sin escrúpulo –tanto coincide en lo esencial con su Don Félix- como epílogo o como ex libris decorativo de El estudiante de Salamanca.


Quand Don Juan descendit vers l´onde souterraine… "



(Juan de Mairena, XXVII, de Antonio Machado)




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miércoles, 7 de mayo de 2008

El escritor (2ª entrega)

Si en alguna ocasión se han molestado en consultar cualquiera de las innumerables biografías y estudios que sobre mi vida y mi obra han ido aparecido en estos últimos años y que tan pomposamente se complacen en saberlo absolutamente todo sobre mi persona cuando, en verdad, no saben de la misa la media , es más que probable que hayan llegado a la conclusión de que mi debut literario se produjo allá por el setenta y siete con el asombroso éxito de crítica y ventas que fue "Haciendo surf entre los escombros" y que antes de ella no había escrito ni media línea. Si han buscado lo suficiente tal vez hayan tenido la suerte de encontrar algún manual que se atreva a especular con la posibilidad de que hubiera tenido yo, como cualquier escritor que se precie, un largo proceso de aprendizaje tras el cual me habría esmerado en destruir cualquier testimonio de mis primeros balbuceos e inseguridades. De todas formas no apostaría a ello el descanso de mis años próximo; aún son escasas las voces que así opinan y no pasan de ser mínimas y anecdóticas divergencias disueltas en un oceánico mar de consenso; en general tanto el mundo académico como los mentideros literarios han aceptado como cierta la hipótesis de que mi talento literario fue siempre y por naturaleza tan descomunal que sólo necesité, aunque fuera tardíamente, descubrir la vocación para empezar a escribir obras maestras. ¡¡Qué más quisiera yo!! La realidad es otra bien distinta; la realidad es que si hay algo de lo que he estado convencido durante toda mi vida es que jamás he poseído ningún don que merezca ser reseñado y menos que ningún otro, el de la creación narrativa. De hecho para cuando Ediciones Transcontinental se hizo cargo del manuscrito de "Haciendo surf" yo ya tenía en mi haber nada menos que siete novelas acabadas y casi medio centenar de cartas de rechazo dando fe de mi fracaso. Pero ya digo, de esto no encontrarán ni las cáscaras en el correlato oficial de mis andanzas literarias. Lo curioso de la cuestión es que si realmente tuve un largo periodo de aprendizaje, que lo tuve, no puedo asegurar que aprendiera gran cosa de él: mi destreza en el manejo de la palabra ha sido, aproximadamente, tan deficitaria e insuficiente antes y después de la escritura de "Haciendo surf". Por tanto los motivos de mi súbita eclosión literaria haríamos mejor en buscarlos en otros acontecimientos alejados del mero aprendizaje de unas técnicas y unos recursos que la justifiquen. Concretamente en las vicisitudes de mi primer accidente de tráfico.

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domingo, 4 de mayo de 2008

Annie Hall: tres razones por las que repetir

El pasado lunes tuve ocasión de ver por enésima vez la estupenda Annie Hall, de Woody Allen, y tras tantos visionados acabó sucediendo lo que tarde o temprano tenía que terminar por pasar, a saber, alguien me planteó la legítima pregunta de si realmente la película es para tanto; si merece en verdad tanta atención y tanta fidelidad. Por supuesto mi respuesta fue un rotundo sí, pero con todo me quedó la sensación de que tal vez fuera necesario explicar y explicarme el porqué de mi pasión. Para ello, y tras meditar larga y profundamente–es decir, mientras veo los partidos de futbol del domingo– he decidido centrarme en los que creo los tres elementos más significativos de la película y que en mi opinión resultan fundamentales para entenderla: el humor de Allen; su arriesgada estructura narrativa y la visión entre irónica, desencantada y romántica de la relación entablada por Annie Hall y Alvy Singer, o lo que es lo mismo, entre Diane Keaton y Woody Allen.

La primera, el humor de Allen, es cosa ya común a todos sus films –o casi todos, que Interiores u Otra mujer no destacan precisamente por él- , pero cabe reseñar que a diferencia de lo que venía pasando en sus obras anteriores, el director judío consiguió aquí desarrollar un humor mucho más elaborado y menos evidente, un humor que se integra mejor con el desarrollo de la historia sin que la película derive en una sucesión de gags deshilvanados; muy por el contrario en Annie Hall las ocurrentes salidas de Allen encuentran completa justificación en la labor de contrapunto, de desengrasante con el que rebajar la pesadez y la gravedad de unos temas –el pesimismo ante la vida, las dificultades de las relaciones humanas o la volubilidad del amor- que de otra manera se harían difíciles de digerir. Sin embargo esta contención, este sometimiento a las necesidades de la historia, no diluye en nada la mordacidad desarrollada por Allen, ofreciendonos algunas de las gracias más legendarias de su obra: la negativa a entrar en el cine alegando que no le gusta ver las películas a la mitad, cuando apenas hace dos minutos que comenzó, aquellos quince años de psicoanálisis sin resultados tras los que promete conceder a su psicoanalista un año más y después ir a Lourdes, la onza de coca que se evapora en un estornudo, el único hombre que sufre envidia de pene, la basura de Los Ángeles que se recicla en programas de televisión…


La segunda, la arriesgada estructura narrativa, es también de alguna manera una tónica general de la filmografía de Allen, al que gusta de vez en cuando experimentar con los límites de la narración tradicional. Es el caso de películas como Zelig o la primeriza Toma el dinero y corre, que adoptan la forma de documental ficticio, o de Desmontando a Harry, en donde se juega una y otra vez con la ruptura de la línea temporal. Algo muy similar en cierto sentido a lo que realiza en Annie Hall, donde Allen crea una especie de monólogo filmado con el que da rienda suelta a todas las neuras y manías de su personaje principal, Alvy Singer, es decir las suyas propias, llevándolo a alterar constantemente el curso de la narración, a agrupar sus recuerdos en función de los temas o ideas que en cada momento se le pasen por la cabeza y a dirigirse habitualmente al público sacándose de la manga, como en la escena de la cola del cine o cuando pide consejos a los peatones de Manhattan, recursos más propios de un narrador omnisciente que domina a su antojo el relato que de un personaje inmiscuido en la corriente de acontecimientos que dan forma a la historia. Y sin embargo, a pesar de estas injerencias del personaje en la forma de contar, la película no se ve afectada en su credibilidad y en su capacidad de persuasión; la forma narrativa elegida por Allen está dosificada con tal maestría que el hechizo en el que debe mantener toda ficción a sus espectadores no se quiebra jamás, aun cuando con frecuencia se nos recuerde el hecho de que no estamos asistiendo más que a una mera representación de la realidad.


La tercera sería esa visión entre irónica, desencantada y romántica de las relaciones afectivas de Annie y Alvy que revela en mi opinión una forma de entender la naturaleza del amor y los vaivenes propios de la pareja con la que no puedo estar más de acuerdo: aun cuando ambos personajes se complementan y aportan cosas diferentes que sin duda agradecen y necesitan sus vidas – mientras Alvy conduce a Annie a una entendimiento más maduro y menos banal de la vida, esta le corresponde con la dosis justa de desenfado y alegría que al cómico le viene faltando- lo cierto es que la convivencia, y con ella la inevitable y corrosiva rutina, harán distanciarse a ambos hasta el punto de llegar a la separación definitiva. Sin embargo, más importante que estas dificultades de convivencia, más importante que sus continuos desencuentros es el hecho de que los personajes se pasen toda la película buscándose una y otra vez , no queriendo renunciar, a pesar de los casi insalvables inconvenientes, a la compañía del otro, lo que viene a ejemplificar magníficamente la verdad lapidaria que cierra con broche de oro el film: Pues eso, más o menos, es lo que pienso sobre las relaciones humanas, ¿saben? Son totalmente irracionales, locas y absurdas, pero... supongo que continuamos manteniéndolas porque, la mayoría, "necesitamos los huevos".


En fin, sea por estas tres razones que he esbozado sin demasiada profundidad, sea por otras que al lector de este blog se le ocurran, lo cierto es que Annie Hall es un peliculón que bien merece todas la veces que la he visto, y todas las que aún habré de repetir.





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sábado, 3 de mayo de 2008

El Boom de la literatura latinoamericana

No me cansaré de repetirlo cuantas veces haga falta: los más grandes novelistas del siglo XX han sido americanos. Del Norte y del Sur. A diferencia de los grandes novelistas europeos, de los Proust, Mann, Hesse, Svevo, Calvino, Malraux, Kafka, Huxley o los muy evidentes Sartre o Camus, que tendieron a hacer de la novela un instrumento para la reflexión o el pensamiento cuasi filosófico, los Dos Passos, Hemingway, Faulkner, Steinbeck, Scott Fitzgerald, Capote, o Mailer en el Norte y los García Márquez, Vargas Llosa, Onetti, Rulfo, Cortazar, Fuentes, Asturias o Carpentier en el Sur, se revelaron por el contrario como narradores natos, en donde el relato, la historia, la aprehensión de un mundo propio que es escenario del drama humano se convierte en el principal protagonista, en la única coartada de sus novelas. Unas novelas con una fuerza, un nervio, una tensión que sin duda no alcanzaron nunca –seguramente porque tampoco lo pretendieron- los clásicos europeos. Y todo esto, ¿a cuento de qué? Bueno, es que me he encontrado en el tubo este interesantísimo documental sobre el boom de la literatura latinoamericana y como no podía ser de otra forma, me tiene tan entusiasmado que no me resisto a dejar de compartirlo con vosotros. En diez partes y unos cincuenta minutos:





















Qué delicia, cuántos libros a leer y releer.



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