lunes, 25 de junio de 2007

Momentos músicales inolvidables

Cuentan los que sobre estas cosas saben que cuando se inventó el sonoro, el cine , al menos en su vertiente artística, en vez de progresar retrocedio muchos años. Las películas olvidaron por completo todo lo aprendido en la época muda y se llenaron de gentes que cantaban y bailaban sin ton ni son. Hasta que al fin el medio aprendio a adaptar el nuevo recurso a sus necesidades. Es decir, exactitamente lo mismo que amenaza sucederme a mí tras el descubrimiento del video. Y además, y para que el paralelismo con la historia del cine sea mayor, voy a inundar esta entrada de momentos músicales. Eso sí, todos, en mi opinión, inolvidables.

Camarón canta La saeta de Serrat (y Machado) con introducción del catalán


Aute y Silvio mano a mano con un puñado de las más hermosas canciones que jamás se han escrito en castellano




Raimond canta en directo Al vent ante Serrat, Paco Ibañez y otros



Y para relajar, unas irreconocibles Azucar Moreno tienen problemas para cantar Bandido en Eurovisión ante el descojone del locutor y el resto de Europa

¿Y el resto qué...?

domingo, 24 de junio de 2007

El país de las últimas cosas, de Paul Auster

Los aficionados al cómic solemos tener la mala costumbre –yo mismo he caído frecuentemente en la tentación- , de pretender elogiar al medio, cuando nos encontramos ante una obra más compleja y elaborada de lo habitual, otorgándole el dudoso privilegio de merecer la comparación con la novela, asumiendo de esta manera implícitamente dos realidades que no queda muy claro en base a qué es necesario asumir, a saber, que toda novela es siempre compleja y que toda novela esta siempre mejor elaborada que un cómic. Sin embargo, curiosamente, a nadie le da por decir, y sería exactamente el mismo tipo de estupidez, que aquél bien podría tambien ser considerado como una auténtica película, tal vez porque son tantas las malas películas que todos conocemos que aquí se nos hace más evidente el hecho de que eso no implica necesariamente una mayor calidad, ni aun siquiera un elogio para el propio cómic. Pues bien, por llevar un poco la contraria, y sin que pretenda insultar a nadie, empezaré mi reseña de El país de las últimas cosas defendiendo que nos encontramos ante una novela que sin duda merece ser comparada con un auténtico tebeo. Al menos con alguno de esos típicos tebeos en los que se hace la recreación de una sociedad post-apocalíptica al borde de la extinción, del tipo de Akira o El último recreo, es decir, de una sociedad en descomposición donde toda forma de organización estructurada ha sido borrada por completo para dar paso a la más elemental y anárquica lucha por la supervivencia.

Auster nos introduce a través de la extensa carta escrita por su protagonista, Anne Blume -una mujer judía que busca a su hermano desaparecido-, en un país agonizante donde como indica el propio título de la novela todas las cosas parecen encontrarse en su momento final, donde no existe perspectiva alguna de futuro, ni lugar para la esperanza. Nos hallamos, pues, en un mundo que parece haber agotado ya todas sus posibilidades, en el que la capacidad creativa , esa facultad intrínseca del ser humano que generalmente lo aleja del animal acercandolo a dios ha desaparecido completamente, dando lugar a unos habitantes que se debaten simplemente entre la inercia de la supervivencia o la búsqueda activa de la muerte –surgen clubes suicidas en los que sus miembros corren en bandadas hasta morir de extenuación, o saltadores, que terminan sus días precipitándose en el vacío; incluso son populares las clínicas de eutanasia-, sin que a nadie en esta sociedad distópica se le pase por la cabeza jamás embarcarse en proyecto alguno que pueda ser considerado ni remotamente productivo. Así la única manera de ganarse la vida es la de rumiar hasta la desintegración los últimos restos del naufragio, escarbando entre la basura o robando a los demás. Y es que aquí toda forma de iniciativa personal o social, toda forma de manifestación de la voluntad individual o colectiva ha sido sustituida por una vacua indiferencia hacia cualquier otra región o potencialidad de la existencia humana. De hecho es tal la indiferencia que, contra toda lógica, en este mundo de mera supervivencia la violencia apenas hace acto de presencia, posiblemente porque para ejercerla es necesario un sentimiento intenso hacia quien la sufre, algo inimaginable entre los ciudadanos del país de las últimas cosas. Estamos por tanto ante un mundo, tal vez el cenit y la culminación de la sociedad capitalista, en el que el impulso vital se agota con el consumo de las cosas, no habiendo espacio para la búsqueda de un significado o el estrechamiento de lazos afectivos, predominando así la total alienación de sus miembros. En este sentido apenas encontraremos excepciones a lo largo de la novela, suponiendo posiblemente la más llamativa la irrupción del amor en la relación entre Anne y Sam, algo que aun es posible debido única y exclusivamente al hecho de que ambos son extranjeros y todavía no han sido vaciados por completo de las caracteristica inherentes a su condición humana. De hecho el romance servirá para terminar de sacar a Anna de letargo en el que se había ido precipitando poco a poco desde su llegada a la ciudad. Un letargo del que empieza a escapar en el momento en que mantiene su primera relación humana digna de ser llamada como tal, es decir cuando salva y se hace cargo de Isabel. Es sólo entonces cuando intuye las que posiblemente sean las dos únicas maneras de redención en este mundo: la interrelación afectiva con los semejantes y la invención de un sentido para su vida. No es casual que sea a partir de ese momento cuando Anne inicie el diario que sirve de excusa para la narración. Como tampoco lo es el hecho de que Sam tenga por objetivo principal el de escribir un libro con el que contar su experiencia en el país, o que el encuentro entre ambos se produzca en una biblioteca, es decir rodeados del último bastión de la palabra y el significado, el libro. Y tal vez sea eso lo que buscan ambos, dotar a sus vidas de una unidad narrativa que las salve del vacío, atribuyéndoles un sentido, una finalidad, una lógica. Y tal vez sea ese también el camino que nos propone Auster frente a la banalidad de la sociedad de consumo feroz en la que vivimos los países más desarrollado, frente a la estúpida pretensión de llenar nuestras vidas exclusivamente a través de cosas materiales: ahondar en las relaciones humanas y no desfallecer jamás en la busqueda de un significado para la existencia.

En fin, lo dicho, una magnífica novela que es digna –sin pretender encasillar al medio en los parámetros de ningún género- del mejor cómic.


¿Y el resto qué...?

sábado, 23 de junio de 2007

Las diez mejores peleas de boxeo... pero con videos



Ahora que obligado por la necesidad he aprendido a poner videos -gracias Patri- se me ocurre imaginar como hubieran sido algunos post de haber aprendido antes esta función. Por ejemplo, el dedicado a las mejores peleas de boxeo que conozco. Asique probemos; hubiera quedado tal que así:

Foreman-Lyle



Corrales-Castillo I



Chávez-Meldrick I



Foreman-Frazier I


Holmes-Norton



Ray Robinson-LaMotta VI



Alí-Foreman




Dempsey-Firpo

 

Bowe-Golota II



Duran-Leonard I


¿Y el resto qué...?

miércoles, 20 de junio de 2007

Una dedicatoria cariñosa: Negra sombra

Buscando una excusa con la que librarme del martirio de las oposiciones me he acordado que te debo, querida compañera de fatigas laborales, una dedicatoria cuyo pago sin duda exige inmediata satisfacción. Así que no me quedará más remedio que aparcar hoy también los libros para ponerme de inmediato a trabajar en tan necesaria como justa tarea. Eso sí, después no me hagas responsable de los humildes resultados que pueda obtener: yo sólo soy una pobre victima de las circunstancias.

En fin, que espero que disfrutes con el video tanto como yo dedicándotelo.



Y para que el goce sea completo, aquí tienes la letra, tanto en gallego como en castellano, que curiosamente corresponde a un bello poema de la escritora gallega Rosalía de Castro.


NEGRA SOMBRA (gallego)
de "Follas Novas", 1880

Cando penso que te fuches,
negra sombra que me asombras,
ó pé dos meus cabezales
tornas facéndome mofa.

Cando maxino que es ida,
no mesmo sol te me amostras,
i eres a estrela que brila,
i eres o vento que zoa.

Si cantan, es ti que cantas,
si choran, es ti que choras,
i es o marmurio do río
i es a noite i es a aurora.

En todo estás e ti es todo,
pra min y en min mesma moras,
nin me dexarás ti nunca,
sombra que sempre me asombras



NEGRA SOMBRA (castellano)

Cuando pienso que te fuiste,
negra sombra que me asombras,
a los pies de mis cabezales,
tornas haciéndome mofa.

Cuando imagino que te has ido,
en el mismo sol te me muestras,
y eres la estrella que brilla,
y eres el viento que zumba.

Si cantan, eres tú que cantas,
si lloran, eres tú que lloras,
y eres el murmullo del río
y eres la noche y eres la aurora.

En todo estás y tú eres todo,
para mí y en mí misma moras,
ni me abandonarás nunca,
sombra que siempre me asombras


¿Y el resto qué...?

sábado, 16 de junio de 2007

Hoy, Júpiter, de Luis Landero

Que gran verdad es esa que afirma que los artistas hacen y rehacen siempre la misma obra, (y no sólo los artistas; yo siempre hago, sin ningún arte, la misma reseña) por más que varíen las formas, los detalles o las tramas. Algo que en el caso de Luis Landero resulta especialmente evidente: desde Juegos de la edad tardía, su primer libro, las novelas del extremeño han tenido siempre la pretensión de trazar el mapa de esa difusa región de la vida en la que realidad y ficción se confunden indisolubles; de delinear la cartografía fantástica de esa tierra en la que sueño y vigilia son solo nombres distintos de un mismo hecho. Pero además, a esta constancia temática, en Landero habría que añadir ese gusto tan suyo por los personajes frágiles y marginales que no acaban de encajar en la realidad que les ha tocado vivir; unos personajes que invariablemente se refugian en el confort de un mundo imaginario creado a medida y que indefectiblemente termina por colisionar con el real, componiendo ese choque el auténtico motor de sus historias. Y por supuesto, y es lo que realmente lo define y da a sus novelas ese sabor tan reconocible, están siempre revestidas por el colorido y la calidez de la que es posiblemente la mejor prosa del momento en España.

Y bien, dicho esto, ¿qué ofrece entonces Hoy, Júpiter? Pues obviamente la misma formula de siempre, pero tal vez más madura, más acabada. Para empezar Landero apuesta por una composición narrativa un poco más audaz en la forma que en sus novelas anteriores: Hoy, Júpiter nos introduce en la vida de dos personajes, Dámaso Méndez y Tomás Montejo, cuyas andanzas y situaciones apenas tienen que ver las unas con las otras, siendo en verdad contrapuntos o imágenes negativizadas. Así mientras uno proviene del mundo rural, el otro lo hace del urbano; mientras uno es un hombre práctico aferrado a la realidad más material, el otro es un literato volcado en los libros; mientras a uno le impulsa el odio, al otro el amor. De esta manera se van alternando con regularidad los episodios dedicados a cada personaje, conformando dos novelas bien diferenciadas que sólo confluirán en los últimos capítulos, entremezclandose y adquiriendo entonces unidad global. Sin embargo no es el uso de este recurso, hasta donde yo recuerdo novedoso en la obra de Landero, lo que justifica la sensación de estar en presencia de una novela más lograda, sino que se fundamenta principalmente en la cada vez más solida construcción de personajes y en el tono general del relato, mucho menos paródico y sí mucho más dramático. Hasta ahora Landero había perfilado en sus novelas anteriores, excepción hecha de El guitarrista, personajes que difícilmente pasaban de ser meras caricaturas de tipos reales, faltos acaso de una porción, por pequeña que esta fuera, de la dignidad y la autoestima que les otorgase una mayor dimensión humana. Una autoestima que entenderemos aquí en un sentido amplio, es decir, también como esa facultad que nos permite hacer una correcta valoración de nosotros mismo. Y es que en Juegos de la edad tardía o El mágico aprendiz los protagonistas carecían, más incluso que de la capacidad para llevar a cabo la tan anhelada fusión entre el mundo real y el imaginario, de la no menos necesaria lucidez para evaluarse ellos mismos y su situación. Lo cual constituye el auténtico drama de las novelas de Landero: la ausencia de un entendimiento riguroso que permita a sus personajes evitar el ridículo en la siempre legítima lucha por hallar la felicidad.

Ah, pero esto es algo de lo que sí que disponen, peor que mejor, Dámaso Méndez y Tomás Montejo: aun con dificultades, son capaces de reconocer sus limitaciones y tratan de salvaguardar su dignidad sin renunciar por ello a sus deseos. Así Dámaso es la viva imagen de la paciencia, relegando su venganza siempre que es necesario y evitando forzar la situación cuando esta no le es propicia. Por su parte, Tomás, personaje prototípico de Landero, sucumbe con mayor facilidad a las celadas de la imaginación, pero sin mostrarse nunca completamente ciego ante los reveses. De esta manera ambos evitan caer en la caricatura, revelandose más bien como tristes marionetas en manos de la fatalidad y el destino. Circunstancia esta de la que los dos son concientes y contra la que pelean como buenamente pueden.

Y si todo esto no fuera suficiente para recomendar su lectura, en Hoy, Júpiter el escritor de Alburquerque (Badajoz, no México) hace gala de su mejor prosa, pulida y bella como siempre, pero evitando los excesos y lucimientos vanos en los que a veces caía su escritura. Ya lo dije antes, la prosa de Landero es sin duda de lo mejor que se puede leer hoy por hoy en castellano y es por sí sola un reclamo y una justificación más que suficiente para acercarse a sus libros.


¿Y el resto qué...?

lunes, 4 de junio de 2007

Bienestar insuficiente, democracia incompleta, de Vicenç Navarro

Siempre supone un agradable soplo de aire fresco encontrar opiniones que, como la de Chomsky o la de nuestro Vicenç Navarro, disienten del discurso económico y social imperante en la actualidad -¡ay, mi Vargas Llosa, con lo que me gustan tus novelas, que poco me agradan tus opiniones!- , poniendo de manifiesto que no es oro todo lo que reluce en la vida del liberal y que hay otras opciones tan viables o acaso más que las ya clásicas propuestas de los que quieren desregularlo y privatizarlo todo, reduciendo al mínimo el peso del Estado y adelgazando al máximo las garantías sociales. La coartada para semejantes tropelías, cómo no, es la imperiosa necesidad de alcanzar una economía competitiva con la que afrontar victoriosos los retos de la irreversible globalización. Sobre todo habida cuenta de la probada ineficiencia de las políticas de corte socialdemócratas. ¡¡¡Vamos hombre, a otro perro con ese hueso, Federico (Jiménez Losantos)!!!

Navarro desmonta uno a uno estos clichés que al día de hoy están alcanzando, gracias a los voceros del pensamiento único, la categoría de verdades reveladas e indiscutibles, demostrando que se basan más en el dogma ideológico que en la realidad empírica. Para ello nos sirve una extensa y convincente batería de datos que muestra como son precisamente los países escandinavos, países de clara tradición izquierdista, los más globalizados y competitivos de Europa, lo que no les ha impedido alcanzar un mayor desarrollo del Estado del bienestar y una mayor calidad de vida. De esta manera el libro, escrito en la época del aznarato, insta a cambiar el rumbo de la política económica y social española, encaminada a desmantelar el ya de por sí insuficiente Estado del bienestar. Por el contrario, Navarro defiende un aumento del gasto público que permita llevar a cabo políticas más activas de redistribución de la riqueza, haciendo crecer la economía a través del aumento de la demanda y disminuyendo el desempleo mediante la creación de servicios públicos de atención domiciliaria, el incremento del número de trabajadores sanitarios y la instauración del derecho universal a guardería gratuita para niños de cero a tres años, lo que se traduciría en un notable avance en la lucha por la integración de la mujer en el mercado laboral, una mejora sustancial de la calidad de vida y un decidido apoyo a la familia y al tan necesario incremento de la natalidad. Y en definitiva, y es la tesis principal del libro, serviría para paliar los graves déficits democráticos de nuestra sociedad.

Navarro sitúa el origen de estos déficits en la muy imperfecta transición del anterior regimen al actual, marcada por un desmesurado desequilibrio en la correlación de fuerzas entre derechas e izquierdas, fruto sin duda de cuarenta años de durísima represión por parte de una de las dictaduras más crueles del siglo XX en Europa. Esta transición, tutelada por las derechas, dio como consecuencia un sistema electoral claramente sesgado hacia los intereses conservadores –la famosa regla del dos hace que los votos de las provincias más despobladas, tradicionalmente conservadoras, valgan más que los de las provincias más populosas-, unos medios de comunicación en manos del capital financiero que se dedican a ofrecer una visión monolítica y partidista de la realidad, y una institución de la importancia de la del jefe del estado que, auspiciada por la unánime complacencia de los medios de comunicación, se halla completamente exenta de cualquier forma de escrutinio o control de su labor por parte del pueblo (las ridículas hazañas adjudicadas al rey, como la de poseer el record de Europa de caza, sin que nadie quiera mencionar en que condiciones caza, o la reciente votación popular que lo coloca a la cabeza de la lista de los españoles más importantes de nuestra historias, y algunas otras estupideces similares, recuerdan a las típicas divinizaciones de los máximos dirigentes de los regímenes comunistas y totalitarios). Por no mencionar el muy sesgado olvido de la memoria histórica, que dificulta hasta lo intolerable el reconocimiento de aquellos españoles de pro que sufrieron por luchar a favor de la democracia, mientras son condecorados y homenajeados figuras tan nefastas de nuestro pasado reciente como el inspector Melitón Manzanas.

En fin, lo dicho, que está bien que de vez en cuando se alcen voces que cuenten esas cosas que generalmente nadie quiere contar.
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sábado, 2 de junio de 2007

Simbabbad de Batbab, de Fred

A cuadros (a viñetas) y con la boca abierta me he quedado tras disfrutar de Simbabbad de Batbab, el sexto álbum de la serie Philemón, guionizado y dibujado por ese completo desconocido que en nuestro panorama editorial sigue siendo Fred. Sorprendido por la desbordante explosión de fantasía de la que hace gala el galo –perdón, no lo he podido evitar-, capaz de crear todo un universo onírico perfectamente comparable en imaginación y belleza al País de las maravillas de Alicia, ofreciendo además, también como Carroll, esos toques de mala uva que sirven de crítica disimulada a tantas cosas criticables de nuestro tiempo y nuestra sociedad. Pero sorprendido fundamentalmente por la audacia de los ensayos narrativos desplegados por su autor; juegos metalingüísticos que exploran las posibilidades de la viñeta hasta límites que yo no le recuerdo –mi falta de memoria sólo es comparable a mi falta de conocimientos- a ningún otro cómic, excepción hecha, tal vez, del Promethea de Alan Moore (cómo no) o las aventuras de Guiseppe Bergman de Manara. Pero a diferencia del italiano, este afán experimentador y rupturista de Fred jamás resulta forzado ni gratuíto, sino que se integra perfectamente en el halo de maravillas que desprende la historia, haciendo aún más ágil si cabe la narración. En manos de Fred la viñeta se convierte en un personaje más con el que se relacionan los demás protagonistas de igual a igual, saliendose de ella, manipulándola y alterándola según sus propias motivaciones. Y es que en el mundo de Philemón predomina la fantastica sensación de que cualquier cosa, por extraordinaria que parezca, puede acabar sucediendo. Algo que si es capaz de hacer las delicias de un lector ya tirando a madurito, no quiero ni pensar el efecto que producirá en infantes y adolescentes.

Y sin embargo, contra toda lógica y sensatez, una serie de la talla de Philemón resulta imposible de encontrar y comprar traducida al castellano. Un absurdo y un sinsentido, el de los editores españoles, que es paradójicamente digno del comportamiento de cualquiera los muchos personajes exóticos que pululan por sus páginas. Así que, mientras se subsana tan lamentable vacío, yo recomiendo, a quien quiera descubrir algunas migajas de esta obra maestra con mayúsculas, que se dé un paseo por aquí.

En fin, en pocas palabras, un tebeo que hubiera querido leer por primera vez cuando tenía diez años, pero que a los treinta -o casi- sigue siendo perféctamente disfrutable.

Puntuación: 9


¿Y el resto qué...?

¡¡¡Qué se manifiesten los Yankis!!!

Como habreis podido comprobar, hace unos días le coloqué al blog un contador que me detalla por ciudades todas las visitas que voy recibiendo. Mi más cálido agradecimiento para todos los que entrais en él, ya sea de forma habitual, esporádica o meramente accidental.

Pues bien, de entre todas estas visitas recibidas me han llamado poderosamente la atención las que provienen del país de la comida basura, el cine de explosiones, la población obesa y la seguridad social adelgazada. Es decir, las que vienen de Estados Unidos de Norteamerica. Porque la verdad es que uno entiende que los internautas hispanoparlante de un lado y otro del charco puedan mostrar algún interes por lo que aquí se escribe, pero... ¿los yankis? Eso si que no me lo esperaba.

Así que por curiosidad, sí eres ciudadano norteamericano y lees esto, te agradecería enormemente que tuvieras la defencia de saciar mi inquietud y compartieras con todos las circunstancias y azares que te han traído hasta aquí.


¿Y el resto qué...?