sábado, 2 de junio de 2007

Simbabbad de Batbab, de Fred

A cuadros (a viñetas) y con la boca abierta me he quedado tras disfrutar de Simbabbad de Batbab, el sexto álbum de la serie Philemón, guionizado y dibujado por ese completo desconocido que en nuestro panorama editorial sigue siendo Fred. Sorprendido por la desbordante explosión de fantasía de la que hace gala el galo –perdón, no lo he podido evitar-, capaz de crear todo un universo onírico perfectamente comparable en imaginación y belleza al País de las maravillas de Alicia, ofreciendo además, también como Carroll, esos toques de mala uva que sirven de crítica disimulada a tantas cosas criticables de nuestro tiempo y nuestra sociedad. Pero sorprendido fundamentalmente por la audacia de los ensayos narrativos desplegados por su autor; juegos metalingüísticos que exploran las posibilidades de la viñeta hasta límites que yo no le recuerdo –mi falta de memoria sólo es comparable a mi falta de conocimientos- a ningún otro cómic, excepción hecha, tal vez, del Promethea de Alan Moore (cómo no) o las aventuras de Guiseppe Bergman de Manara. Pero a diferencia del italiano, este afán experimentador y rupturista de Fred jamás resulta forzado ni gratuíto, sino que se integra perfectamente en el halo de maravillas que desprende la historia, haciendo aún más ágil si cabe la narración. En manos de Fred la viñeta se convierte en un personaje más con el que se relacionan los demás protagonistas de igual a igual, saliendose de ella, manipulándola y alterándola según sus propias motivaciones. Y es que en el mundo de Philemón predomina la fantastica sensación de que cualquier cosa, por extraordinaria que parezca, puede acabar sucediendo. Algo que si es capaz de hacer las delicias de un lector ya tirando a madurito, no quiero ni pensar el efecto que producirá en infantes y adolescentes.

Y sin embargo, contra toda lógica y sensatez, una serie de la talla de Philemón resulta imposible de encontrar y comprar traducida al castellano. Un absurdo y un sinsentido, el de los editores españoles, que es paradójicamente digno del comportamiento de cualquiera los muchos personajes exóticos que pululan por sus páginas. Así que, mientras se subsana tan lamentable vacío, yo recomiendo, a quien quiera descubrir algunas migajas de esta obra maestra con mayúsculas, que se dé un paseo por aquí.

En fin, en pocas palabras, un tebeo que hubiera querido leer por primera vez cuando tenía diez años, pero que a los treinta -o casi- sigue siendo perféctamente disfrutable.

Puntuación: 9


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