sábado, 30 de diciembre de 2006

Me han readmitido en Tebelogs

Como ya habras podido comprobar, querido lector, he conseguido que mi blog vuelva a figurar en el listado. Supongo que la anterior desaparición de la misma responderá a algun tipo de error informático. El caso es que de las habituales cinco o seis visitas díarias que tenía últimamente he pasado ayer a nada más y nada menos que ciento ocho. Supongo que para muchos aun serán pocas, pero para mí son muchísimas. Ya solo falta que alguien se anime y deje algún comentario. Por pedir.



¿Y el resto qué...?

miércoles, 27 de diciembre de 2006

La voz del fuego , de Alan Moore

Admirador confeso de la obra de Moore como soy, no me podía resistir por demasiado tiempo a la terrible tentación que supone leer La voz del fuego, la primera novela del autor ingles y que recientemente ha publicado Planeta en España. Y es que era mucha la curiosidad por descubrir cómo se desenvuelve este grande del cómic dentro de los márgenes y exigencias de la narrativa tradicional sin dibujos: comprobar el estilo de su prosa, la elección de la forma narrativa, qué estructura vertebraría su novela o la temática sobre la que versaría. Muchos interrogantes que bien merecen un ordenado análisis. Así que, como diría el propio Dr. Gull, vayamos por partes.

1.-La prosa: ¿Sabe escribir Moore? Sabe escribir. ¿Escribe bien en La voz del fuego? No demasiado, diría yo. Lo confiesa el propio autor en la entrevista que le hace Raul Sastre con motivo de la publicación del libro y que se puede leer aquí; Moore quiere demostrar que sabe escribir y eso siempre es malo. El que sabe escribir, escribe, y el que no, se dedica a demostrar que sabe. En mi opinión la prosa de Moore es excesivamente recargada en algunos pasajes, excesivamente atenta a la descripción embellecida de paisajes y estados de ánimos. Algo que hecho con moderación no tiene nada de malo, pero que en exceso, como le sucede en algunos capítulos, llega a resultar incluso molesto. De todas formas, su nivel es cuanto menos correcto y no se le puede negar que la novela contiene también pasajes verdaderamente hermosos y de gran aliento poético. Como es el caso del relato dedicado al poeta ingles John Clare. Además hay que tener en cuenta que Moore adapta el estilo de su prosa a la época y condición del personaje que hace de narrador en cada relato. Así que algunos excesos verbales bien pueden ser justificados como exigencias de la narración. Aunque, sinceramente, mi opinión es que se tratan simplemente de lucimientos innecesarios.

2.- La estructura: Dividida en trece relatos independientes y autoconclusivos, sorprendéntemente es en la vertebración de la estructura de la novela, algo en lo que siempre se ha destacado en mundo del cómic, donde precisamente Moore se estrella con mayor estrépito. Y es que su novela se queda a medio camino entre la colección de relatos y la novela propiamente dicha, pero sin alcanzar a ser un buen libro en ninguno de los dos sentidos. Para haber sido verdaderamente una novela, como pretende Moore, le faltaría una trabazón más sólida que una las narraciones, que las interrelaciones y las haga entrar en conflicto, enriqueciéndose y matizándose mutuamente. Moore es consciente de ello -como manifiesta en la misma entrevista- y para lograrlo se encomienda a un último capítulo que el mismo denomina –y con razón- como suicida. En él se incluye a si mismo dentro de la novela y trata de esbozar una explicación de lo que sería la estructura secreta de su novela. Un intento desesperado que en mi opinión constituye un error casi imperdonable y que en ningún caso logra dotar a la novela de esa tan necesaria estructura que le de cohesión. Y es que esta fuera de lugar pretender explicar esta misma estructura: o existe, o no existe, pero querer explicarla... Lo adecuado, en mi opinión, hubiera sido que Moore enlazara de una u otra forma las distintas narraciones, de tal manera que fuera patente por si sola la razón que las une. Algo que esboza con algunas narraciones, pero que en global, y por más consciente que fuera Moore de esta necesidad, se acaba mostrando como insuficiente. Una verdadera lastima, pues un error de esta índole y tamaño echa obligatóriamente a perder por completo el libro.

3.- Las historias: Ya he dicho antes que la novela se estructura en trece relatos independientes que no alcanzan a ser ni novela ni colección de relatos. Y esto último no porque a las historias le falten interés en si mismas, ni muchisimo menos; muy al contrario Moore demuestra que es un excelente narrado y nos sirve un puñado de buenas narraciones con las que pone de manifiesto su dominio del ritmo y la tensión. Sin embargo la mayoría de estas parecen quedarse cojas y son difícilmente entendibles si no se consideran como partes integrantes de un dibujo global superior que las complete y dé todo su sentido. Ya digo, se quedan entre dos fuegos sin llegar a satisfacer ninguno. No obstante, la pericia narrativa de Moore las hace siempre amenas y muy entretenidas.

4.-La forma: Por forma entenderé la estructura narrativa, no del libro en general, sino de las propias narraciones. En este sentido cabe decir que Moore se decanta por la utilización de su particular versión del monologo interior, dando lugar así a momentos muy curiosos, como sucede con la historia contada por un individuo de la prehistoria, que tan poderosamente recuerda aquel clásico monologo del retrasado con el que Faulkner iniciara El ruido y la furia. O francamente hermosos, como el muy poético monólogo de John Clare. En todo caso, la elección de este recurso narrativo exige casi siempre de una segunda lectura que permita alcanzar una plena compresión de las historias.


5.- El tema: La historia como calor, la historia como ficción, la ficción como causa fecundante de la realidad misma, el imaginario colectivo como parte integrante de la realidad de ese mismo colectivo. Es decir, los mismos temas que en Serpientes y Escaleras, From Hell, Promethea o El Día del Juicio. Los temas y obsesiones recurrentes en Moore. Pero esto ya lo esperábamos.


En definitiva, una novela fallida, que deja un puñado de buenos relatos y la sensación de hallarnos ante un magnifico narrador al que acaso le falte aun cogerle el tranquillo a la novela como tal. O al que tal vez le ha traicionado su excesiva ambición. Sea como fuere, lo cierto es que me apunto para la lectura de su próxima novela, obra que por lo visto ya esta en proceso de elaboración.



¿Y el resto qué...?

lunes, 18 de diciembre de 2006

Me han echado de Tebelogs

Pues sí y eso que he pedido la readmisión y todo, pero no hay manera. Supongo que no alcanzo la cuota de actualización necesaria de entradas (C.A.N.E) o, peor aun, mi blog no tiene la calidad suficiente para que nadie deba avergonzarse. El caso es que ya no figuro en el listado. Y sí antes tenía pocas visitas -sobre las veinte díarias- ahora no alcanzo ni las diez.

En fin, resignación, ya vendrán tiempos mejores. Por cierto - a ver si así consigo enganchar a alguien- estoy leyendo ahora La voz del fuego, del bueno de Moore, que me esta sorprendiendo de momento gratamente y del que prometo cumplida reseña próximamente.

¿Y el resto qué...?

miércoles, 6 de diciembre de 2006

Travesuras de la niña mala

Aunque no sean quehaceres incompatibles, no es lo mismo, ni muchísimo menos, escribir bonito que escribir bien. Es más, yo diría que generalmente un exceso de preciosismo es señal inequívoca de una escritura deficiente. Y sí no, que se lo pregunten al bueno de Vargas Llosa. Comparen su escritura con la de, por ejemplo, un Carpentier o un Asturias y podrán comprobar lo deslucida que queda. Y sin embargo, quién se atrevería a decir de él que escribe mal. Porque la verdad es que Vargas Llosas tendrá todos los defectos que se le quiera poner –incluida su diestra, y no por hábil, orientación política- pero es un narrador como la copa de un pino. Habilidad que demuestra sobradamente también en Travesuras de la niña mala, novela que de no ser por ella, por su capacidad narrativa, se hubiera convertido en uno de los fiascos más grandes de su carrera literaria. Y es que en Travesuras de la niña mala el escritor peruano maneja materiales altamente peligrosos de los que con gran dificultad es capaz de salir airoso: cuenta las peripecias vividas, a lo largo de más de medio siglo, por dos seres atrapados en la vorágine de un amor destructivo y denigrante, que sin embargo, y de maneras distintas, se necesitan y buscan constantemente, llegándose, incluso, a ofrecer breves pero muy intensos momentos de felicidad. Una historia repleta de truculencias sexuales que se pasea alegremente por la frontera de lo inverosímil y lo grotesco, pero sin llegar a caer nunca de lleno en estas. Vargas Llosa reflexiona así sobre esa otra cara del amor de la que nada nos contaros los románticos, pues poco o nada tiene este amor de romántico y sí mucho, en cambio, de cruel ejercicio de poder. Algo, en verdad, tampoco excesivamente novedoso ni inspirado. Pero el autor de Conversación en la Catedral sabe enriquecer la narración con el excelente retrato de los lugares y acontecimientos históricos en los que se desenvuelven sus personajes, de forma que a uno le queda la sensación de haberse paseado por el Paris bohemio de los 50 y 60 o por el Londres del Flower Power de los 70. Incluso por una Madrid en plena apertura a la modernidad en los primeros años ochenta. Además tampoco olvida hacer, como es habitual en el, la crónica de las conmociones políticas sufridas por su Perú natal en este mismo periodo de tiempo. El resultado es un libro profundamente ameno que engancha como un best seller, pero que al final, también como los best seller, deja cierta sensación de vacío. Y sin embargo, yo se lo recomendaría a cualquiera: de Vargas Llosa, aun en sus momentos menos inspirado, siempre se aprende algo.

¿Y el resto qué...?