sábado, 22 de julio de 2006

El Taller de Empleo "El Pilarito II", de Segura de León, tiene blog

Pues sí, como no iba ser menos el T.E. "El Pilarito II" que Sánchez Dragó, ellos también se han creado su propio blog, desde el que quieren dar a conocer y compartir con todos los internautas su experiencia profesional. Una noticia esperadísima que nos llena de alegría y que debe constituir, a partir de ahora, una cita obligada para todos. En ella podreis encontrar la suculenta crónica del desarrollo de sus actividades y una interesantísima selección de fotografías de sus miembros.

Y además de lo anterior-sirva esto como reclamo o como repelente- podreís encontrar también nuevos artículos mios, pues es allí, en el taller, donde el mua se gana las habichuelas como gestor.

Pues nada, que espero veros por el nuevo blog.


¿Y el resto qué...?

martes, 18 de julio de 2006

Un poco de boxeo II: El rugido en la jungla

Ya iba siendo hora de retomar lo apuntado en la anterior entrada dedicada al boxeo y completar la historia del más grande, Muhammad Ali, al que había dejado preparando su enfrentamiento con el por entonces invencible George Foreman. Me pongo con ello.


A pesar de la expectación levantada por el combate los especialistas de la época hablaban de una lucha desigual cuyo principal atractivo residía, más que en la incertidumbre del resultado –nadie pensaba realmente que Foreman pudiera perder-, en la posibilidad de presenciar el ocaso definitivo de la carrera de Ali. Eran muchos, por no decir todos, los que pensaban que este recibiría tal paliza que después del combate ya no volvería a pelear jamás. Sin embargo, ajeno a los pronósticos y fiel a sí mismo, Alí se había dedicado a animar las semanas previas al combate con sus acostumbradas bravatas, llamando momia a su rival y asegurando que se movería con tal rapidez que Foreman sería incapaz de tocarle en ningún momento. Unas bravatas en las que no creían ni los propios miembros de su equipo, convencidos por igual de que efectivamente asistirían al final de la leyenda.


El combate no pudo tener unos prolegómenos más accidentado: previsto para el 25 de septiembre, se tuvo que retrasar unas seis semanas debido al corte que se produjo el campeón en una de sus cejas como resultado de un accidente fortuíto mientras entrenaba con uno de sus sparring, de forma que Ali y Foreman no se verían las caras hasta el 30 de octubre de 1974. La organización del evento corrió por cuenta del tan impresentable como imprescindible Don King y fue bendecida por el dictador congoleño Mobutu. Como él mismo se había encargado de anunciar una y otra vez, Alí salió en el primer asalto dispuesto a bailar, pero no conforme con ello -y esto sí que no lo sabía nadie- le planteó a Foreman una arriesgadísima guardia de derecha (no me las voy a dar de entendido: lo cuenta Norman Mailer en Cuado éramos reyes) con la clara intención de sorprender al campeón y encontrar un K.O. rápido. Y a punto estuvo de salirle bien la jugada, llegando a impactar repetidas veces en el rostro de Foreman a lo largo del primer asalto. No obstante, y para desgracia de Ali, esta estratagema no fue suficiente para tumbarlo, de modo que ahora no le quedaba más remedio que encontrar un nuevo planteamiento con el que afrontar la pegada mortal de necesidad de Foreman. En este sentido lo lógico - y lo que se esperaba- es que se hubiera mantenido fuera de alcance bailando al campeón, como ya hiciera en su momento con Liston. Pero Alí siempre fue el más astuto y para asombro de todos ideó sobre el ring y a la carrera otra inverosímil estrategia: suponiendo, posiblemente con acierto, que no podría escapar constantente del acoso de su rival, Ali optó por ahorrar fuerzas y, para disgusto de su propia esquina, que lo consideraba un suicidio, se fue directamente sobre las cuerdas dispuesto a aguantar como fuera las terribles acometidas del campeón. Una estrategia verdaderamente temeraria que encomendaba gran parte de sus posibilidades de éxito a la capacidad de encajar y a la propia suerte, pues por más aguante que tuviera Ali, si en algún momento Foreman alcanzaba a impactarle una buena mano en el rostro este se vería irremediablemente condenado a besar la lona. Por contra, de esta manera, es decir reduciendo al mínimo la distancia, Alí logró que los golpes de su rival perdieran en limpieza y efectividad, trabando la pelea y rompiéndole siempre el ritmo y la continuidad. Foreman golpeaba una y otra vez al aspirante en el estomago y en los riñones, pero sin llegar a alcanzarle jamás con claridad en el rostro. Por supuesto las cartulinas eran favorables para Foreman, pero esto no parecía ser suficiente para el hombre que en los dos últimos años había noqueado a todos sus rivales. Alí por su parte se mantenía relativamente cómodo contra las cuerdas, esquivando como buenamente podía y contragolpeando con rápidas manos que evidenciaban su mayor velocidad.

Así, de esta guisa, con Alí tumbado sobre las cuerdas y Foreman volcado sobre Ali transcurrió la pelea hasta el final del quinto asalto, momento en el que el campeón, cansado por el vendabal de golpes que había lanzado y cada vez más nervioso ante las constantes provocaciones de Ali y su incapacidad para poner a dormir al aspirante, empezó a descuidar imprudentemente su guardia, cosa que el boxeador posiblemente más inteligente de la historia no iba a dejar pasar: aprovechando la imprudencia, conectó una serie de manos que dejaron al texano seriamente tocado. Por primera vez en el combate el aspirante tenía alguna opción real de acabar ganando la pelea. Y es que Foreman se resintió mucho de este final de asalto, tanto que a partir del siguiente -del sexto- su acoso pasó a ser puramente testimonial, dando cachetazos sin apenas fuerzas, empujado más por la inercia que por un verdadero dominio de la pelea. Una inercia y una insistencia que terminaron por constituir el más grave error que el campeón pudiera cometer, exponiendose, cuando su cómoda victoria a los puntos no se lo exigía, a una nueva contra de Alí. Un error de bulto que a la postre le costaría, efectivamente, el título mundial en el octavo asalto, cuando nuevamente Alí aprovechó la obsesión de Foreman y su falta de precaución para sorprenderlo con su velocidad de manos y colocarle la serie de golpes que resultaría definitiva. Alí puso a repiar a Foreman, cual chaval con su peonza, y el campeón cayó estrepitosamente. Y aunque Foreman consiguió levantarse, no lo hizo a tiempo para evitar que la cuenta llegará a diez. Sin duda el mundo acababa de presenciar una de las más monumentales sorpresas de la historia del boxeo, acaso sólo comparable a la victoria de Max Schmeling sobre Joe Louis muchos años antes o a la de James Buster Douglas sobre Mike Tyson muchos años después. El milagro se había obrado, la leyenda renacía con más esplendor si cabe. Al fin, despúes de más de seis años desde que fue inhabilitado y desposeído de su título, y una década después de que se proclamara por primera vez campeón de los pesos pesados, Ali conseguía llegar de nuevo a lo más alto.

Bueno, pues ya he cumplido con la deuda. Tal vez algún día me de por contar también las defensas posteriores de Ali. Pero eso será ya en un futuro muy remoto.

¿Y el resto qué...?

sábado, 15 de julio de 2006

El humor de Enrique Jardiel Poncela

No lo voy a negar; el humor de Groucho Marx está bien, el de Woody Allen, también. Pero ninguno como el humor de nuestro patrio Enrique Jardiel Poncela. Y es que Jardiel Poncela aúna al surrealismo delirante de Marx el melancólico escepticismo de Allen, pero todo ello sazonado con una malaleche negrísima que sin duda lo sitúa por encima de ambos. Así sus novelas y piezas teatrales se convierten en demoledores ataques a instituciones tan intocables como el matrimonio, la iglesia, el amor o incluso la propia mujer. Porque efectivamente Jardiel descree de todas las convenciones sobre las que se asienta la sociedad, a las que considera simples juegos hipócritas bajo los que se trata de ocultar los verdaderos pilares que la sostienen: el estómago, el sexo y el dinero. Jardiel sabe que la vida es un feroz drama, pero por ello mismo, porque está convencido de su carácter dramático, apuesta decidídamente por tomársela como si de la más absurdas de las comedias se tratase: se ríe de todo y de todos, pero siempre desde la brillantez de un ingenio verdaderamente acerado.
Basta pasearse por algunas de sus geniales frases para comprobar como lo corrosivo de su humor sólo encuentra parangón en su luminosidad.

Recordemos algunas de ellas:

-El amor es como la salsa mayonesa: cuando se corta, hay que tirarlo y empezar otro nuevo.

-Hay dos maneras de conseguir la felicidad, una hacerse el idiota; otra serlo.

-La mujer adora al hombre igual que el creyente adora a Dios; pidiéndole todos los días algo.

-El amor es una comedia en un sólo acto: el sexual.

-Los senos de la mujer son la única persistencia del hombre; los coge al nacer y ya no los suelta hasta morir de viejo.

-El hombre que se ríe de todo es que todo lo desprecia. La mujer que se ríe de todo es que sabe que tiene una dentadura bonita.

-El que no se atreve a ser inteligente, se hace político.

-Patrimonio es un conjunto de bienes; matrimonio es un conjunto de males.

-Para encontrar gusto a la vida, no hay como morirse.

-Los solteros saben que todos los matrimonios son desgraciados; los casados creen que el único matrimonio desgraciado es el suyo.

-Si vuestra prometida es realmente una santa, llevadla inmediatamente al altar; pero dejadla en él y volveos a casa.

-Las mujeres tienen las mismas costumbres de los salvajes: adornarse con plumas, colgarse aros de las orejas, pintarse la cara y vivir conquistando a los vecinos.

-El amor es como los columpios, porque casi siempre empieza siendo diversión y casi siempre termina dando náuseas.

-Toda sociedad es un organismo podrido que se conserva gracias al hielo de la hipocresía.

-La vida es como una mujer muy querida que no se portase bien con nosotros: todos los días nos haríamos el propósito de abandonarla y nunca nos encontraríamos con fuerzas suficientes para ello.

Bueno, creo que esta pequeña muestra servirá para que os hagais una idea de lo que quiero decir.
De todas formas hacedme caso y no dejeis de leerlo. Me lo acabareis agradeciendo.


¿Y el resto qué...?

martes, 4 de julio de 2006

La contienda

Bien, dijo la anciana acomodándose en el sillón, la historia es la siguiente: una mañana de sol ardiente, espoleado por el demonio de la venganza, Harper llegó al Kitty´s Heaven a lomos de su oscuro caballo. Venía decidido a dar cumplida cuenta de Mirna Logan. Pero antes de ejecutar su venganza deseaba gustar de sus hábiles caricias; quería mancillar, también él, el cuerpo de la hija de Jhonny Logan, el hombre que muchos años atrás había matado de un certero balazo en el entrecejo a su padre. No estaba dispuesto a renunciar a tan exquisito placer.

Mientras Mirna se desnudaba Harper escondió su revolver bajo la cama, donde le sería fácil recogerlo después de haber descargado en la intimidad de Mirna el ardor de su rabia. Pero cuando ello sucedió, Mirna, que era lista como el hambre, adivinó con oportuna intuición las intenciones que animaban al cowboy y valiéndose de las artes aprendidas a lo largo de su dilatada vida de mujer pública, lo sedujo para que la amase una vez más.

Tampoco se le ocultaban a Harper las intenciones de Mirna, pero fascinado por su belleza y sus destrezas amatorias fue incapaz de negarse a los reclamos de su cuerpo. De este modo, conscientes ambos de cuanto estaba en liza, los contendientes se amaron sin descanso un día tras otro, hasta que una noche, lejos ya de la mañana en la que llegó al Kitty´s Heaven decidido a acabar con la vida de Mirna, el corazón de Harper, extenuado por el fragor de la disputa, dejó repentinamente de latir, sumiendo al de Mirna en el desconsuelo y la soledad.

¿Y el resto qué...?

El niño que perdió el silencio

- Ay, este niño- se lamentaba su madre-, siempre tan distraído que el día menos pensado va a acabar perdiendo la cabeza.
Que lejos andaba su madre de intuir cuanto habría de depararnos el futuro, porque no fue la cabeza, sino el silencio lo que acabó perdiendo el niño. Y con su silencio, nuestro sueño, nuestra calma y hasta nuestro hogar.

- Ay, este niño- se lamentaba ahora su madre- todo el santo día clamando disparates sin ningún sentido. Que si no sé que de la filosofía, que si no sé cuanto de la literatura. Y así era hasta en las madrugadas, que las pasaba, entre ronquidos, tratando de convencer al sueño de quién sabe cuantas estupideces.

Y claro, a su pobre madre, que siempre tuvo el silencio por distintivo de las personas de buena condición, se le rompía el alma cuando lo oía discutir en la consulta del dentista, durante horas, la conveniencia de legalizar el uso terapéutico de la marihuana.

Y nosotros, en nuestra desesperación, quisimos buscar quien le devolviera el silencio. Y sin saber donde nos metíamos, lo llevamos a visitar a médicos y a psicólogos y a maestros y a filósofos; incluso a lingüistas y a novelistas y a poetas. Y bien que nos pesa haberlo hecho, porque en lugar de encontrar entre ellos el silencio, fue a encontrar todo una legión de seguidores.

- Ay, este niño –terminó por lamentar su madre-, que habla y habla y todo lo llena de palabras, nos ha llenado ahora también la casa de toda esta gente extraña.

¿Y el resto qué...?

Hiperhidrosis

Laura recoge con evidente hastío el libro –Reflexiones metafísicas en torno al fuera de juego- que acaba de materializarse sobre su cubierto y se lo entrega a Evaristo con gesto exigente. Evaristo se sonroja y no acierta a disculparse cuando dos libros más – Las aventuras sexuales de una viuda católica y Breve historia de la cerveza- aparecen de repente sobre el centro de flores que adorna la mesa del restaurant. Es la gota que colma la paciencia de Laura, que se marcha sola no sin antes dejarle claro que no quiere volver a verlo jamás.

Desolado, Evaristo camina por la margen derecha del Guadiana, dispuesto a poner fin de una vez por todas a su sufrimiento; con decisión se adentra en las templadas aguas buscando el descanso del olvido. Pero según avanza hacia las profundidades, en vez de hundirse, una extraña fuerza lo va sacando a flote. Evaristo forcejea sin darse cuenta que debido a la tensión del momento ha saturado por completo el río, provocando terribles inundaciones en ambas márgenes.

Es lo que le faltaba al pobre de Evaristo, que se marcha cabizbajo a casa, dejando a lo largo del camino el rastro de libros que delata la dolencia que ha arruinado por completo su vida. Ya se lo advirtió su madre; leer tanto no podía ser bueno, pero Evaristo esperaba si acaso una miopía por castigo, no esta rara enfermedad que le lleva, cuando se pone nervioso, a abarrotarlo todo de libros.

¿Y el resto qué...?